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sábado, 1 de septiembre de 2012

CAPITULO 6

Los hombres que trabajaban para ella acabarían por aceptar sus órdenes o haría lo que había hecho durante los últimos tres años: despedirlos y buscar a otros que necesitaran el salario. Había despedido a tantos que uno más o menos no se notaría demasiado. Toby se demoró todo lo que pudo, hasta que Mariana no tuvo más remedio que sacarle a empujones por la puerta. Después cogió del escritorio la cartera con la recaudación del día, la metió en el bolso que se colgó al hombro y lanzó una mirada airada a Peter. Allá iba. Él podía irse al infierno y ella volver a su monótona vida. 

—Cuando veas a Rory, dile que quiero hablar con él de inmediato —le espetó—. Y si no viene trabajar mañana, que comience a buscarse otro empleo. Lo mismo que tú. No quiero tener a un maniático en mi taller atacando a mis clientes. —Levantó una mano cuando él comenzó a hablar—. Se lo merezcan o no. 

Peter la miró con unos ojos enfurecidos y feroces, y una expresión que podría haber derretido las piedras. La mirada masculina se desplazó por el cuerpo de Lali y ésta se sonrojó al percatarse de que sus pezones empezaban a endurecerse bajo la camisa y el sujetador. Sintió cómo la excitación ardía entre sus muslos, y lo odió. Odió sentir eso y odió a Peter por hacérselo sentir. La joven desvió la mirada hacia el aparcamiento y casi hizo una mueca al ver el vehículo que se detenía en el camino. Se había olvidado de su cita. Duncan Sykes era agradable, seguro y de trato fácil. Tenía el pelo castaño oscuro, los ojos marrones y una sonrisa tranquila. No era peligroso. No tenía el poder de arrebatarle la cordura ni de acabar con su autocontrol. 
—Estaré aquí por la mañana —le aseguró Peter apretando los labios ante el sonido de la puerta del coche de Duncan cerrándose—. Con Rory. 
Lali sonrió ante la idea de tener una conversación con Rory. Oh, su cuñado se había metido en un buen lío. 
—Hazlo —le dijo la joven suavemente mientras Duncan se acercaba a ellos con el ceño fruncido—. Y estate preparado para irte de la misma manera que has llegado. Has hecho que me retrase y no estoy lista para mi cita. Mereces que te despida sólo por eso.
 Lali se forzó a sonreír al ver que Duncan abría la puerta y entraba. Por supuesto, no pudo evitar comparar a los dos hombres, aunque lo cierto era que no había comparación posible. Peter era más duro, más rudo, más excitante, vibrante y turbador de lo que Duncan sería jamás. 
—Veo que no estás lista. —Duncan sonrió ampliamente. La diversión bailaba en sus ojos a pesar de la mirada de curiosidad que le dirigió al otro hombre—. ¿Por qué tenía el presentimiento de que te olvidarías de nuestra cita si algo te mantenía ocupada?

-Porque me conoces. —Ella le devolvió la sonrisa, consciente de que su alegría era más fingida de lo que le habría gustado. La mirada de Duncan cayó de nuevo sobre Peter. 
—¿Un nuevo empleado? —preguntó al tiempo que le tendía la mano como si no fuera un maníaco peligroso—. Me llamo Duncan Sykes. Soy el propietario de la tienda de electrónica del pueblo. Un terrible presentimiento atravesó a Lali al ver la sonrisa de Peter, la mirada fría de sus ojos y el destello de dientes que advertía que no era tan amistoso como fingía ser. 
—Peter Lanzani —se presentó. —Encantado de conocerle. —Duncan inclinó la cabeza y luego se dirigió a Lali.
—. Vamos a llegar tarde si no te arreglas pronto. ¿Quieres que cierre yo? 

-Ya está todo listo, sólo me queda echar el cerrojo a la puerta en cuando salgamos. — Lali se giró hacia Peter con los ojos entrecerrados y observó que él seguía sin apartar la mirada de Duncan—. Peter, tengo que cerrar. 

Un destello de temor le recorrió la espina dorsal cuando él se volvió y centró la atención en ella. Tenía los ojos duros y fríos, los labios apretados y su expresión era demasiado calmada. Demasiado tranquila.
.—Que tenga una buena noche —dijo en voz baja dirigiéndose exclusivamente a ella, antes de abandonar la oficina y dirigirse hacia la Harley negra que estaba aparcada junto al taller. Lali apenas se dio cuenta de que había estado conteniendo el aliento hasta que lo soltó silenciosamente y se volvió hacia Duncan. 
—Tendrás que tomarte una copa de vino y esperar a que me arregle. Hoy no he tenido tiempo para nada. 
—Por ti vale la pena esperar —afirmó Duncan mientras salían de la oficina y ella cerraba las puertas—. Además, ya hemos salido bastantes veces, Lali, sé a qué hora tengo que hacer las reservas para cenar. 
La joven hizo una mueca. Siempre llegaba tarde. Jamás había hecho esperar a nadie hasta la muerte de su marido. Parecía como si a partir de entonces se pasara la vida llegando tarde a todos lados. Como si de alguna manera intentara retroceder en el tiempo en vez de seguir adelante. Al deslizarse en el asiento del copiloto del coche de Duncan para volver a casa, no pudo evitar notar que Petrr aún seguía allí. Estaba agachado al lado de la Harley, manipulando alguna pieza sin importancia, sin duda para curiosear, porque su mirada estaba clavada en ellos.
 —Supongo que fue Rory quien lo contrató —comentó Duncan al rebasar a la Harley. 
—Supones bien —-respondió Lali  dejando escapar un suspiro.
 Rory solía contratar vagabundos, que, por suerte, no duraban demasiado en el trabajo. Sin embargo, esta vez, ella tenía el presentimiento de que iba a tener problemas con Peter. No hablaron nada más hasta que se detuvieron delante de la casa.
 —Vamos. —Lali salió rápidamente del coche con las llaves de la casa en la mano—. Ya sabes dónde está el vino, entra y sírvete una copa, estaré abajo en media hora. 
Abrió la puerta y se dirigió a toda prisa hacia las escaleras. 
—Te voy a cronometrar —dijo él, riéndose—. Veinte dólares a que tardas una hora.
 —Hecho. —Lali  le brindó una rápida sonrisa y agachó la cabeza; estaba segura de que la sonrisa no le llegaba los ojos. No podía evitar la sensación de que, de alguna forma, le estaba siendo infiel a un marido muerto hacía más de seis años. Había estado luchando contra esa sensación desde hacía un año, desde la primera cita con Duncan; la primera vez que se había prometido a sí misma que iba a conseguir superar la muerte de Thiago. Cada vez que Duncan y ella salían de la casa que había compartido con su esposo, se sentía intranquila y con el estómago revuelto. Como si estuviera engañando al hombre que amaba. Al hombre que la había amado.
Era una locura. Tenía que recordarse todos los días que Thiago  hubiera querido que fuera feliz, que no estaba mirándola fijamente desde el cielo, dolido y enojado porque ella le había dado la espalda a todo lo que habían compartido. Y no le había dado la espalda, se dijo a sí misma mientras se metía en la ducha. El había sido un guerrero que no había regresado a casa. Ahora estaba muerto. Se había ido y ella todavía estaba viva, ¿verdad?

 Peter debería estar asistiendo a una reunión informativa del grupo de operaciones. Pero en vez de eso, se encontraba bajo los árboles que bordeaban la propiedad que había compartido con Lali, con unos binoculares militares en las manos y los ojos fijos en la casa. No importaba cuánto se hubiera quejado él cuando estaban casados, Lali aún seguía dejando las persianas y las cortinas abiertas durante la noche. Y ahora también estaban abiertas. Duncan Sykes, maldito fuera, estaba en la cocina abriendo una botella de vino. Peter apretó los labios. Ese seguía siendo su vino, sin importar que oficialmente estuviera muerto. Se había pasado muchos años coleccionando vinos, pero rara vez había abierto una botella; le gustaba observar cómo iba creciendo su pequeña colección en la bodega del sótano. Y ahora, aquel hijo de perra estaba abriendo una de sus mejores botellas y sirviéndose una copa. Por Dios, mataría a ese bastardo si lo atrapaba en su cama con su esposa. Respiró hondo. No era asunto suyo, se recordó a sí mismo. Demonios, claro que lo era. Sintió cómo la rabia le nublaba la mente y cómo el control que había logrado mantener a raya durante los últimos años comenzaba a resquebrajarse. Si veía cómo Duncan la tocaba, no sería capaz de controlar la ira. Petrr era consciente de la presencia de Rory tras él. Lo había acompañado siguiendo la orden que le había dado después de haberlo llamado desde el taller. Su hermano no parecía feliz. Y eso era condenadamente malo, porque Peter también estaba muy lejos de sentirse «feliz». 
—¿Desde cuándo dura toda esta mierda? —escupió sin mirar a Rory, con los ojos aún fijos en la casa.
 —¿Qué mierda? —le preguntó su hermano lanzándole una mirada cautelosa. Peter señaló la casa con la mano. 
—Lo de Sykes.
 —Más o menos un año. —Rory se sentó a los pies de un árbol y bostezó con despreocupación. Peter bajó la mirada hacia él. 
—¿Por qué no lo detuviste? -Rory lo miró con sorpresa antes de rascarse la mejilla con aire reflexivo. 
—Demonios, pues seguramente porque es el único de los hombres con los que Lali salió que me cae bien. - Peter apretó los dientes.
 —¿Con cuántos ha salido? -Otros hombres. No sólo uno. Había otros hombres que habían salido con su esposa. Que habían visto su sonrisa. Que habían sentido deseo por ella. No quería imaginar a ninguno de ellos tocándola, porque si lo hacía los buscaría y los mataría. 
—Algunos. —Rory se encogió de hombros como si aquello no tuviera mayor importancia—. Jamás duran demasiado. Algunas citas aquí y allá. Luego Lali acaba sintiéndose culpable, se vuelve a poner la alianza un tiempo y se encierra en casa cuando no está trabajando antes de obligarse a volver a intentarlo. Sin embargo, lleva más de un año sin utilizar la alianza. Rory cogió una brizna de hierba mientras Peter volvía a observar la casa. Sykes estaba todavía en la cocina, rebuscando en los cajones. El muy bastardo cogió una taza de un gancho y se encaminó a la ventana para observar el taller colina abajo. Había una mirada de orgullo en la cara de Sykes, como si estuviera imaginando de qué manera iba a cambiar la vida de Lali. Bueno, Peter le conocía bastante bien. Duncan ocultaba su voluntad de hierro a la mayoría de la gente, y no era ningún estúpido. Si llevaba un año saliendo con Lali, es que iba en serio. Tenía intención de poseer todo lo que Peter había poseído una vez, cuando era Thiago Bedolla. 
—Tú la abandonaste —le recordó Rory con un atisbo de cólera—. No tendría que importarte que se hubiera acostado con la mitad del pueblo.

Peter no dijo nada porque su hermano tenía razón. La había dejado. Había aceptado aquella maldita misión sabiendo que podía morir. Así había sido y no había regresado. 
—¿Qué ocurrió con Grant? —le preguntó a Rory
—. Intentó hacerse con el taller y la casa en vez de cuidar de ella tal y como me prometió que haría si me pasaba algo.
 -¿Por qué lo hizo? 
—Supongo que por la misma razón que le impulsó a quedarse con las propiedades del abuelo. —Rory soltó un suspiro—. Porque es así. El abuelo todavía lo disculpa. Piensa que Grant hizo lo que creía más conveniente para protegerla. Dice que hay matices. Los matices grises de los que le había hablado hacía casi una vida. Según él nada era lo que parecía. Pero en el caso de Grant, Peter no podía ver otra cosa que no fuera puro egoísmo.
 —¿Y Mike Conrad? -Rory resopló. 
—Es un cerdo. Está furioso porque Lali no quiere acostarse con él ni venderle el taller. Parece que ansia ambas cosas. Estuvo detrás de ella durante más de un año hasta Lali que tuvo que amenazarlo con demandarle por acoso. Luego comenzó a ponerse más violento. Al parecer deseaba más el taller que a ella. Intentó poner al pueblo en su contra, pero no le salió bien. Tú tenías muchos amigos. En cuanto Lali se convenció de que no merecía la pena pasarse la vida llorando por un hombre que nunca regresaría a casa, se entregó por completo al negocio y trató de sacarlo adelante. Ahora es cuando mejor le van las cosas. 
—Deja de provocarme, Rory, o acabarás sin poder andar durante un tiempo.- Su hermano bufó y, después de guardar silencio un buen rato, añadió: —El abuelo ha visitado hoy tu tumba. Por lo general suele acercarse a la de la abuela y habla con ella. Sin embargo, hoy se acercó a tu lápida y se quedó allí de pie, mirándola. -Peter no quería oír aquello. 
Reprimió la furia y el dolor que habitaba en lo más profundo de su alma y continuó observando cómo Duncan se paseaba por la cocina. 
—Siempre noté algo extraño en el abuelo, pero no me había dado cuenta de qué era hasta ahora. 
—Que nunca lloró mi pérdida —terminó Peter por él. Demonios, Jordán y él deberían haber imaginado que no podrían engañar al anciano. El abuelo siempre parecía saber todo lo que ocurría. 
—Exacto —asintió Rory—. Ni una sola vez. No como Mariana. Hubo un tiempo en que solía quedarme a dormir en tu casa. Ella me despertaba por las noches gritando tu nombre, jurando que tenía sangre en las manos, que estabas herido. Rogándome que te salvara. —Se puso en pie de un salto—. A la mierda con todo, me voy a casa. 
—Lali tenía razón. -Sintió que Rory se detenía. 
—¿En qué? —preguntó con cautela su hermano. 
—En todo. Yo estaba herido, Rory. Al borde de la muerte. Cuando me rescataron apenas me quedaba un hálito de vida.- Observó cómo Lali  entraba en la cocina y le sonreía a Duncan. Éste se terminó la copa de vino, la besó en la mejilla y se dirigieron a la puerta. El muy cerdo apoyaba la mano en el hueco de la espalda de Lali para guiarla. Maldición, Peter iba a tener que matarlo. Se apartó los binoculares de la cara y clavó los ojos en la casa durante varios minutos antes de volverse hacia Rory. 
—El abuelo debería haberme llorado —masculló en voz baja—. Porque el hombre que yo era murió en una celda oculta en una maldita selva. El marido de Marian, tu hermano. El hijo y el nieto. Todo eso murió en mi interior, Rory. No soy el hombre que era y jamás volveré a serlo. 
Rory lo miró durante un buen rato. 
—Eso no es cierto —dijo él finalmente—. No todo murió, Peter, créeme. Toda esa estúpida testosterona y ese arrogante orgullo posesivo que siempre le ocultaste Lali todavía siguen ahí, a la espera. —Rory le dirigió una 
mirada desdeñosa—. La parte que sobrevivió es, simplemente, la mejor.

Peter curvó los labios. Quizá, de alguna manera, su hermano tuviera razón. Siempre había ocultado partes de sí mismo a aquellos a quienes amaba, pero Rory era un Malone, y conocía aquella parte de él que Thiago siempre había contenido. Hasta ahora. Aquella oscuridad de su corazón, aquella arrogante necesidad de dominar y aquella voluntad de hierro, ya no podían ser disimuladas. Thiago  había sido civilizado; Peter, no.
 —Síguelos —le ordenó a Rory. 
—¿Qué? —exclamó su hermano con los ojos brillando de indignación—. ¿Qué quieres, que Lali me mate o algo así? 
—¿Prefieres que te mate yo? —Peter se cernió sobre él, hablándole en un tono ronco y exigente—. ¿Quién crees que puede hacerte más daño? -Lo cierto era que nunca le haría daño. Demonios, Rory era su hermano pequeño. Casi no podía contener la sonrisa al ver el hombre en el que se había convertido. Sentía afecto por él. Apego. A pesar de que Peter llevaba años sin sentir ningún tipo de emoción, ahora se sentía embargado por ellas. Emociones que le dejaban sin control, que convertían en polvo los años que había dejado atrás. Rory negó con la cabeza, apoyó las manos en las caderas y levantó la mirada al cielo. 
—Rezo. Voy a misa. Incluso respeto a mis mayores y ayudo a las viejecitas a cruzar la calle. ¿Qué demonios he hecho para merecer esto? -Peter palmeó el hombro del joven. 
—Respiras, Rory. Recuérdalo. Cuando los Bedolla respiran, el mundo tiembla. Siempre ha sido así. Es nuestro destino. 
—Olvídalo. —Rory hizo una mueca—. Lali me mataría. 
—Pero si te mato yo —gruñó Peter—, te dolerá más.- Rory le lanzó una mirada torva.
 —No sabes lo que dices. ¿Estás seguro de que conoces bien a Lali? —Sus labios se curvaron en una sonrisa traviesa. Peter recordaba esa sonrisa. Una sonrisa que él había poseído una vez y que no presagiaba nada bueno.
— Estás a punto de llevarte una gran sorpresa

4 comentarios:

  1. K contradictorio lo dejaron .¿mira k mandar a Rory!,¡¡tiene k ir el!!,pero quizás se tema k lali se sienta demasiado acosada ,y lo aparte d verdad.

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  2. MAs mas mas mas mas mas mas mas mas!!

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  3. emmm.... me encanta aparte los capitulos son largos pero ay algo que nunca entendi que es adaptaciones?

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    1. Adaptaciones es adaptar un libro con tus personajes favoritos:)

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