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miércoles, 26 de septiembre de 2012

CAPÍTULO 21

Ella le brindó una amplia sonrisa. 
—Ya te has acostado con su esposa, ¿por qué no conducir su cuatro por cuatro? Kira y yo nos hemos bebido hoy una de sus botellas. Un fantástico Cháteau Feytit Clinet de 1925.
 ¿Se le vería pálido? Peter podría jurar que había palidecido. ¿Un Cháteau Feytit Clinet de 1925? No. No podía habérselo bebido con Kira Richards. ¿Era él la única persona en el mundo que podía horrorizarse de esa manera al oír que Lali había desperdiciado un tesoro? 
—¿Tu marido tenía un Cháteau Feytit Clinet de 1925? —resolló él. Cómo logró conservar la voz calmada y controlada era un misterio. Demonios, todo su entrenamiento no le servía de nada en aquella situación—. ¿Y te la has bebido con la mujer de Ian Richards? 
—Tengo montones de botellas de vino. —Lali se giró y le miró por encima del hombro—. Quizá una de estas noches comparta otra contigo. ¿Qué hay del coche? ¿Te apetece llevarme con él a cenar?
 ¿Iba a dejarle conducir su propio todoterreno? ¿Acaso había perdido el juicio?
-Dejaré aquí la Harley. —La señaló con la cabeza mientras subía al porche
—. Te ayudaré a cerrar. 
—De acuerdo. —El balanceo de las caderas de Lali casi le hizo jadear. Y casi, sólo casi, se olvidó del vino y del todoterreno. 
¿Se había bebido su vino? ¿Conducido su todoterreno? ¿Y Rory no se lo había dicho? Cerró la puerta trasera y comprobó la casa aprovechando que ella estaba cogiendo el bolso y una cazadora vaquera del dormitorio. Se reunieron al pie de las escaleras donde ella sostenía en alto las llaves del todoterreno. Peter estuvo a punto de lanzar un suspiro de placer cuando las cogió y siguió a Lali al garaje. En cuanto vio el Ford cuatro por cuatro negro y cromado, supo que ella no lo había conducido desde el día que lo había llevado de vuelta al garaje, tras haberle empotrado su pequeño BMW y haberle dicho que la culpa era suya porque estaba cortando el césped sin camisa y la había distraído. Aquél había sido el día en que se había dado cuenta de cuánto amaba a su pequeña y vivaz esposa. En lugar de enfurecerse, en lugar de preocuparse por su todoterreno, cogió en brazos a Lali, la llevó a casa y le hizo el amor en las escaleras porque fue incapaz de llegar al dormitorio. 
—Qué maravilla. —Palmeó el lateral del capó y deslizó la mano por el armazón curvado.
 —Sí. Era el orgullo de Thiago. —Había un tono de divertida indulgencia en su voz. 
—¿Y tú? —La observó por encima del capó. Ella había sido su vida. Todavía era su vida. ¿Acaso no le había demostrado lo suficiente su amor? ¿Acaso Lali no sabía que ella era lo más importante para él?
 —Yo era su esposa. —Lali se acercó a la puerta del acompañante y la abrió antes de subirse al estribo y sentarse en el asiento del pasajero. Peter abrió la puerta del conductor y se sentó tras el volante, consciente de que la respuesta de Lali no le había satisfecho. Sí, había sido su esposa, pero también mucho más. Había sido su corazón, su alma. Y durante el tiempo de su cautiverio, su cordura. 
—¿Cuánto tiempo hace que no lo enciendes?- Ella se quedó mirando el parabrisas. 
—Un poco.- El extraño tono de la voz de la joven hizo que Peter se detuviera cuando estaba a punto de meter la llave de contacto. —Arranco el motor cada pocas semanas —le explicó Lali encogiéndose de hombros. Inclinó la cabeza y la sacudió pesarosa sobre los dedos que retorcía en el regazo. Pasados unos segundos, se incorporó y se abrochó el cinturón de seguridad, apoyó el codo en la ventanilla y lo miró. —Solía pasar la noche en el todoterreno cuando no podía dormir. 
—Le echabas de menos. —Peter agradeció la oscuridad del garaje, las sombras que había entre ellos.
 —Le echaba de menos —convino ella antes de levantar la mano y apretar un botón del salpicadero—. Es para abrir la puerta del garaje. Hice que lo instalaran durante su última misión. Se suponía que debía ser una sorpresa. 
La puerta del garaje se abrió deslizándose hacia arriba y revelando las alargadas sombras del exterior. 
—Ven aquí. —Peter le desató el cinturón de seguridad, le cogió la muñeca y la acercó a su lado. Le aseguró el cinturón del asiento de en medio antes de colocarse el suyo y después puso el vehículo en marcha. Salió del garaje y apretó el botón para cerrar la puerta, observando que se cerraba con la misma facilidad con que se había abierto. Había querido instalarlo él mismo antes de partir a la última misión. Pero había estado ahorrando para comprar otra cosa. Un regalo para Lali. Y al final lo había hecho instalar ella. Sintió una opresión en el pecho que le desgarró el corazón. Cada minuto que pasaba con Lali, veía más y más cosas en ella que no se había tomado el tiempo de descubrir cuando había estado «vivo». Cosas que deseaba haber descubierto antes. 
—¿Estás segura de que quieres que conduzca el todoterreno de tu marido? —La estaba presionando y no sabía por qué. Había llorado por él durante seis años y, en sólo unas semanas, se había convertido en su amante, había dejado que la follara, que pasara la noche en su cama y ahora dejaba que condujera el vehículo de su marido. El hecho de que él fuera su marido no importaba en absoluto. Estaba celoso. 
—Sí. —Lali asintió lentamente—. Creo que ha llegado el momento. 
—¿El momento de qué?
 La joven giró la cabeza y le miró de frente con expresión calmada. Casi fría. —Creo que ha llegado el momento de olvidar a mi marido. ¿No crees, Peter? ¿Qué demonios se suponía que quería decir con eso? Apretó los dientes, aceleró y se alejó de la casa. Olvidar a su marido, ¡ja! Era ella quien estaba presionándolo de tal manera que no sabía si iba o venía, y la oportunidad de decirle la verdad hacia mucho tiempo que había pasado. No había manera de que ella comprendiera ahora, después de que hubieran pasado tantos años de su rescate, por qué no había enviado a buscarla. Por qué no había querido que estuviera con él. Lali jamás conocería los demonios que habían devastado su mente entonces, y daba gracias a Dios de que ella no supiera cuántas noches había pasado anhelando hacerla suya de nuevo, deseándola a su lado. Nunca sabría lo duro que había sido para él no haber vuelto con ella, no haberla tomado y amado como estaba haciendo ahora. Y aun así, seguía conteniendo parte de las necesidades sexuales que lo poseían, que le inundaban la mente llenándolo de oscuras fantasías. Necesidades que temía que Lali no pudiera entender si sospechaba quién era realmente, quién había sido para ella. El silencio inundó la cabina mientras se acercaban al pueblo. Ahora se daba cuenta de los terribles errores que había cometido tanto en su matrimonio como más tarde, después del rescate. Lali se había aferrado a cada aspecto de su vida juntos. Y aunque ella no sabía quién era él, había regresado a sus brazos, a sus sueños, a su vida, como si hubiera nacido para estar allí. 
—Tu marido era un estúpido —afirmó finalmente. La joven no dijo nada durante un buen rato. Luego lo miró con unos ojos tristes y sombríos. 
—¿Por qué dices eso? 
—Porque sólo un estúpido se hubiera arriesgado a perder la vida, a perderte a ti, como él lo hizo. —Por aquel entonces, había estado seguro de que aquella misión sería fácil de llevar a cabo, aunque su instinto le había dicho lo contrario. Ahora sí hacía caso a su instinto. Lali giró la cabeza y miró a través del parabrisas sin responderle. Y después de unos tensos segundos, se estudió los dedos en un gesto que él sabía que expresaba tristeza y soledad. Pero fueran las que fuesen las emociones que bullían en su interior, se las guardó para sí misma. Y quizá fuera mejor de esa manera. Aquello era lo mejor para Lali. Olvidarle, rehacer su vida, tener un amante, olvidarse del pasado. Cuando se les acabara el tiempo... cuando aquella misión finalizara. .. Ni siquiera podía pensar en perderla otra vez. Peter no tenía que morir. Peter podía reclamar a Lali. Podía abrazarla, protegerla, casarse con ella y mudarse a aquella casa en la colina. Sacudió la cabeza e hizo a un lado esos pensamientos. Peter no se pertenecía a sí mismo. Pertenecía al cuerpo de Operaciones Especiales. Había firmado aquellos documentos y les había entregado lo que debería haber entregado a su esposa. Su futuro. Tal y como le habían advertido, una vez firmados aquellos papeles, era propiedad de aquella oscura organización que había pagado por su renacimiento, que había asumido el costo de la cirugía avanzada, de la reconstrucción de sus huesos y sus músculos. Una cantidad que él jamás hubiera podido pagar de ninguna otra manera. Si hubiera regresado con Lali, habría vivido a medias. No habría sido un SEAL, sino la sombra del hombre que fue. Había renunciado a su vida como Thiago y recuperar a su esposa no era una opción. La única cuestión ahora era si Peter  podría tener una vida propia.

Peter eligió un restaurante nuevo. Los propietarios de El Asador, Sally Bruckmeyer y su marido Tom, habían sido compañeros de Thiago del colegio. Sus cinco hijos les echaban una mano. Sally, dos de las chicas y el mayor de los chicos trabajaban en el comedor, mientras que Tom y los dos hijos menores, un chico y una chica, lo hacían en la cocina junto con un par de primos que Lali conocía. Cuando entraron en el restaurante, pareció que todas las miradas se volvían hacia ellos. Lali había tratado de pasar desapercibida durante los seis años que llevaba viuda, mientras que ahora se paseaba por el pueblo con un hombre de aspecto amenazador que tenía una Harley y que conducía el todoterreno de Thiago. Sabía que había rumores, pero no le importaba en absoluto. Jamás se había preocupado por las habladurías y estar con Peter la hacía sentir bien. Compartían un secreto y a la vez no lo hacían. Y aquello hacía que la noche pareciera más íntima. 
—Lali, apenas puedo creer que seas tú. —Sally Bruckmeyer era alta y corpulenta, y lucía una enorme sonrisa cuando rodeó la caja y la envolvió en un abrazo—. ¿Quién es este demonio tan atractivo que viene contigo? 
Lali era agudamente consciente de la mano de Peter en la espalda, de sus dedos extendidos. 
—Sally, te presento a un amigo de Rory y mío, Peter. Peter, te presento a mi amiga, Sally Bruckmeyer. Su marido y ella son los propietarios del restaurante. —Como si Sally no conociera ya su nombre. Lali apostaría lo que fuera a que todos en el pueblo sabían quién era exactamente su acompañante y que Rory lo había conocido en un bar de Odessa. Ja! 
—Señora Bruckmeyer. —Peter extendió la mano y los ojos castaños de Sally brillaron en su rostro moreno cuando se la estrechó.
. —Es un hombre peligroso, Lali. —Sally se volvió hacia ella y agitó un dedo en su dirección—. Será mejor que tengas cuidado con él si no quieres que te robe el corazón. 
—Lo sé, Sally —se rió Lali echando un vistazo al comedor casi lleno—. ¿Tienes mesa para nosotros? 
—Si estás dispuesta a cenar al aire libre bajo la luz de las velas, hemos colocado algunas mesas en el patio. —Se inclinó hacia ella y murmuró—: Así habrá menos ojos que se fijen en lo que hagáis. 
La sonrisa de Lali se amplió. 
—Me parece perfecto. 
—Vamos entonces. —Sally cogió dos menús y los cubiertos, y los guió por la estancia—. Tengo la mesa perfecta para vosotros. 
Lali sentía las miradas de la gente fijas en ellos. Observaban a Peter; su pelo, enmarcando una cara feroz y, su cuerpo duro y musculoso, cubierto con una camiseta, vaqueros y zahones. Parecía peligroso. De hecho, exudaba peligro. Todo en él lo proclamaba. Y a ella le encantaba. No había ninguna persona en aquella estancia que pudiera confundirlo con su marido. Si era aquella seguridad lo que él necesitaba, estaba a salvo. Sally los condujo por las puertas acristaladas que conducían al patio. Allí la luz era tenue. Las mesas tenían parasoles y estaban iluminadas con velas. Era romántico y encantador. La música estaba más baja y se disfrutaba de una mayor intimidad, mientras que dentro había una sensación de aglomeración. 
—Aquí tenéis los menús. Enviaré a Katy para que os tome nota del pedido. Disfrutad de la cena. —Sally se inclinó hacia Lali—. Será por cuenta de la casa, cariño. Un regalo de bienvenida, ¿de acuerdo?
Lali parpadeó ante la invitación. 
—No me había ido, Sally —bromeó, aunque tenía los ojos húmedos. —Bueno, cariño, nos dejaste después de lo que le ocurrió a Thiago. Lo de salir con aquel joven de los Sykes no cuenta. —Sally la abrazó con fuerza—. Por lo menos ahora estás con nosotros y nos traes a alguien para que nos recreemos la vista. 
Le guiñó un ojo a Peter y se fue sin más. Lali se quedó mirando el mantel y tragó saliva. No se había dado cuenta de que la habían echado de menos. Había estado allí, en Alpine, pero no en cuerpo y alma. Se había sumido en el pasado, en su pérdida, en reconstruir el negocio del que su marido había estado tan orgulloso. Era como si no hubiera vivido desde que él desapareció, y aquello la asustaba. 
—Lamento todo esto —susurró. Abrió el menú y miró hacia las puertas que daban al patio—. Sally y su marido, Tom, eran buenos amigos de mi marido.
 —No importa. —Peter se reclinó en la silla y observó el patio mientras ella lo miraba a él. 
—Lali . Estaba seguro de que eras tú. —Una ronca voz masculina hizo que la joven se tensara antes de levantar la mirada. Gaylen Patrick, el propietario de uno de los ranchos más grandes de Alpine, se dirigía tambaleándose hacia ellos desde las puertas. A los cuarenta y cinco años, Gaylen era todavía un hombre fornido, aunque mucha de su corpulencia estaba en la barriga y los muslos. Caminaba con torpeza, pero Lali lo había visto forcejeando con novillos y sabía que aquellos brazos eran fuertes a pesar de las arrugas que comenzaban a surcarle el rostro. Estaba calvo, tenía los ojos color avellana y poseía unas espesas cejas oscuras. Hablaba en voz muy alta y reía escandalosamente. Y por alguna razón, había creído que Lali debería haber estado dispuesta a acostarse con él unas semanas después de la muerte de Thiago. 
—Sí, parece que soy yo —replicó ella cuando el ranchero se detuvo en la mesa, lanzando a Peter una dura mirada. 
—¿Y quién es tu amigo? Es nuevo en el pueblo, ¿verdad? —Le tendió la mano a Peter—. Soy Gaylen Patrick. He oído que estás sacando a flote el taller de los Bedolla. Eso está muy bien, hijo. 
—Peter Lanzani. —Peter le estrechó la mano, pero su expresión era neutra y fría—. No había nada que sacar a flote. Lali lo tenía todo bajo control.
 —Gracias a Rory, que le echó una mano. —Gaylen inclinó la cabeza—. Pobre pequeña. Hemos estado muy preocupados por ella desde que se quedó viuda. Lali se mordió la lengua para no lanzarle una dura réplica. Se preocuparon tanto de ella que había tenido que echar de su casa a aquel hijo de perra después de que le hiciera una oferta ridícula por la gasolinera y el taller. El ranchero había querido hacerse con su negocio y, tal y como le había hecho saber, no le importaba tener que casarse con ella para conseguirlo. Creía que el dinero lo compraba todo y no entendía por qué la joven ni siquiera había estado dispuesta a considerar su oferta. 
—Lali lo estaba haciendo bien —afirmó Peter—. Sólo necesitaba contratar a unos pocos mecánicos dispuestos a cumplir con su trabajo.

-¿Cuánto tiempo ha dicho que pensaba quedarse por aquí? —Gaylen enganchó los dedos en el cinturón de los vaqueros y miró a Peter con falsa cordialidad.
 —No lo he dicho. —Peter sonrió—. Aún no lo he decidido. —Deslizó la mirada por Lali—. Irme no es algo que tenga en mente en este momento. 
—Por supuesto que no. —El ranchero se rió de nuevo, pero el sonido pareció forzado—. Supongo que debo regresar a mi mesa. —Se limpió la mano en los muslos y miró a la joven—. Tu suegro cenará esta noche con nosotros, Lali. Deberías acercarte a saludarlo. 
Lali apretó los puños en el regazo. Levantó la mirada hacia Gaylen y no se contuvo en expresar lo que sentía.
 —Creo que Grant Bedolla puede prescindir de mis saludos por esta noche —dijo con firmeza. 
—-La familia es la familia, Lali. —Gaylen negó con la cabeza—. Está bien enmendar las cosas. 
—En este caso, no hay nada que enmendar —le aseguró con una sonrisa tensa—. Ha sido un placer hablar contigo de nuevo, Gaylen. Gracias por pasarte a saludar. —Pero, por favor, lárgate ya. 
—Pasa a verme en algún momento, niña —ladró con aquella risa tan falsa que hacía rechinar los dientes de Lali 
—. Cuídela bien, joven. —La mirada que le dirigió a Peter estaba llena de aversión. 
—Por supuesto que lo haré. —Peter le dirigió una amplia sonrisa—. Ella es lo primero para mí.

8 comentarios:

  1. Dios, recien me puse a leer tu nove,Y ES INCREIBLE!!!!
    me encanta! escribís tan bien, me encanta la historia, todo...felicitaciones
    más nove

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  2. Y Peter ardía de celos, tanto por el mismo como por el pelon ese.

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  3. Que buen cap Lali lo está poniendo al limite
    @Masi_ruth

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  4. Me encanta la nove
    Me avisas cuando subas un nuevo capitulo
    @MariaPia0598

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  5. EXTRAÑOO TU NOVEEE! MAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAASSSSSSSSSSSSSSSSSSS

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  6. MASSSSSSSSS! POR FAVOR ESTA BUENISIMA LA NOVE!

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  7. Marcó terrreno ,me encantó cuando dijo ella es lo primero para mi.

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