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viernes, 31 de agosto de 2012

CAPITULO 5

Dios, cuánto lo había amado. Su risa, su voz, su enorme cuerpo y su temperamento. Se obligó a respirar a pesar de los recuerdos, a poner un pie delante del otro y a alejarse de aquel hombre que despertaba esos recuerdos en su interior. 
—Lali Esposito. —Una furiosa voz masculina interrumpió sus pensamientos y la obligó a detenerse cuando se dirigía al sedán en el que había estado trabajando minutos antes. 
Se volvió lentamente hacia las puertas abiertas del taller y contuvo una maldición. Las señoras no soltaban maldiciones, se recordó a sí misma. No importaba cuánto las provocaran. Y la estaban provocando. Dios, ¿por qué no se había quedado en la cama esa mañana? Mike Conrad no se detenía ante nada. Había sido amigo de su marido, pero ahora era una pesada carga para ella. 
—Mike, ahora mismo estaba trabajando en tu coche. —Levantó una mano para saludarlo mientras rezaba para que él no hubiera estado bebiendo—. Mañana lo tendrás a punto.
 —Ese pequeño bastardo de Rory me dijo que estaría listo en dos semanas. —Mike entró en el taller, ignorando la señal que advertía a los clientes que permanecieran detrás de la deslucida línea amarilla—. Me dijisteis dos semanas, ni un día más.
 Mariana se mordió la lengua y se recordó que no podía permitirse el lujo de enfurecerlo demasiado. Era el gerente del banco que poseía las letras del taller y de la casa, y la había amenazado más de una vez con que ejecutaría la hipoteca si dejaba de efectuar algún pago. Llevaba el escaso cabello rubio muy corto, casi al cero. Tenía los ojos llorosos e inyectados en sangre por el alcohol, y la cara hinchada, enrojecida y retorcida por la furia. Genial. Necesitaba eso tanto como al enorme hombre que acababa de dejar plantado en su oficina hacía un instante. 
—Hoy no estará listo. —La joven intentó hacer gala de una paciencia que no tenía. No podía enojarle; no mientras Mike pudiera ejecutar la hipoteca en cualquier momento. Además, había sido amigo de Thiago. Más o menos.
 —Ni hablar —replicó él malhumorado. Su ancho rostro picado de viruela estaba totalmente rojo cuando se acercó a ella y el olor a alcohol la abofeteó en la cara—. Vas a terminar ahora con mi todoterreno, perra, o puedes irte despidiendo del negocio ¿me has oído? Thiago no se sentiría demasiado orgulloso entonces de ese pequeño trasero que tienes. Este taller era su orgullo, todo por lo que luchó. -Definitivamente, Mike había bebido más de la cuenta. Nunca le había visto tan furioso. 
—Thiago está muerto —le recordó ella, luchando por mantener una calma que se había jurado no perder. Por alguna razón, Mike siempre parecía culparla de la muerte de su esposo—. Cómo se sentiría no viene al caso. 
Se irguió en toda su estatura, aunque sabía que su metro sesenta y cinco no podía competir con el metro ochenta de Mike. Era grueso, había echado barriga con los años. El hombre que Thiago había considerado una vez su amigo había dejado que la botella y los fracasos lo destruyeran con más rapidez de lo que el dolor de Lali casi había destruido el taller. 
—Thiago tendría que haberte dado una buena lección. Y debería haber dejado este lugar en manos responsables antes de permitir que lo mataran. —Las crueles palabras golpearon con fuerza en el corazón de Mariana, sin importar cuánto intentara ignorarlas—. Debería haber sabido que una  tonta como tú no sería capaz de sacar su negocio adelante. -
Demonios. Odiaba tener que decirle a Toby que llamara al sheriff. Le harían multitud de preguntas y luego tendría que rellenar un montón de papeleo, y ella no tenía tiempo para esas tonterías.
 —Pero no lo hizo, Mike. Y esta tonta está intentando hacer todo lo que puede. — Fue consciente de que los mecánicos estaban congregándose detrás de ella y quiso gemir de frustración. No necesitaba eso—. Tendrás tu todoterreno a primera hora de la mañana. Me queda esta noche según el contrato, así que te lo entregaré a tiempo. —No podía permitirse no hacerlo. Los enrojecidos ojos castaños de Mike la recorrieron de arriba debajo de una manera insultante.

-Si hay algo que tengo que reconocer es que Thiago se casó con una puta de primera.- Mariana entrecerró los ojos y se envaró. Le rechinaron los dientes por el esfuerzo de contener una réplica. Las cosas ya serían lo suficientemente malas cuando comenzaran a correr los rumores. No necesitaba empeorarlas, se recordó a sí misma.
 —Señor Conrad, la señora Esposito  ha dicho que mañana. —Toby se colocó al lado de Mariana, con la voz vibrando de cólera ante el insulto—. No estará listo hasta entonces. -
La mirada de Mike se clavó en el joven al tiempo que sus labios se curvaban en una sonrisa sarcástica.
 —¿Tú también te la tiras, muchacho? Esta puta de primera necesita una buena poll... — Jamás terminó la frase, y no fue porque Toby se le echara encima. Antes de que el muchacho pudiera recorrer el metro que los separaba, un oscuro borrón pasó ante ellos. Mike Conrad fue levantado en volandas y, literalmente, arrojado fuera del taller. Mariana se quedó mirando asombrada cómo el desconocido al que había negado el empleo levantaba a Mike del asfalto, sólo para lanzarlo contra el BMW descapotable que el banquero había dejado en el aparcamiento. Con el rostro convertido en una máscara de fría ira, Peter colocó una de sus enormes manos en el cuello de Mike y comenzó a apretar sin piedad. 
—Deténgase. —Mariana se obligó a moverse, a correr hacia ellos, a agarrar con sus pequeñas manos la muñeca de Peter mientras miraba horrorizada aquellos ojos fríos y despiadados—. Va a matarlo. Es sólo un borracho. ¡Maldita sea, he dicho que se detenga! -La furia brillaba con intensidad en aquellas profundidades azules, haciendo que la promesa de la muerte ensombreciera el inusual color de esos ojos inmisericordes mientras apretaba los dedos, torciendo los labios en una terrible mueca de furia. —¿Ha perdido el juicio? —gritó Mariana tirando de la gruesa muñeca, desesperada ahora que oía el jadeo estrangulado de Mike. La joven miró al desconocido llena de ira y reconoció la promesa de muerte en los ojos masculinos cuando él bajó la mirada hacia Mike Conrad.
 —Insúltela de nuevo —su voz era un sonido ronco y furioso mientras clavaba los ojos en los de Mike—, y lo mataré. -Lali sintió que la muñeca se relajaba y la oscura mirada del desconocido se enlazó con la suya. Un músculo le palpitaba en la mandíbula y tenía los labios apretados. Sus ojos llameaban cuando la miró por encima del hombro mientras soltaba a un Mike jadeante. Los ruidos que hizo el banquero al meterse en su BMW resonaron en el silencio del aparcamiento.
 —Rory me dijo que el apartamento que hay encima del garaje está disponible. —Peter  habló en un tono bajo y gutural—. Dejaré allí mis cosas y terminaré de poner a punto el todoterreno de este bastardo o le mataré ahora mismo. Usted decide. -
Mariana negó con la cabeza, aturdida, mientras el BMW se ponía en marcha tras ella y las ruedas rechinaban al salir del aparcamiento. Estaba segura de que el desconocido llevaría a cabo su amenaza si no le daba el empleo. 
—¿Por qué? —susurró la joven finalmente con voz ronca, al tiempo que intentaba encontrar sentido a todo aquello. ¿Por qué le pasaba eso? ¿Por qué en ese momento? ¿Por qué el destino había puesto en su camino a alguien que podía destruirla cuando finalmente empezaba a reconstruir su vida?
 —Elija.- Lali le soltó la muñeca, dándose cuenta de que todavía lo agarraba con una fuerza que ignoraba que poseía. Se obligó a soltarlo aflojando los dedos uno a uno. No podía responderle, no podía escoger. Lo único que tenía claro en aquel instante era que mataría a Rory en cuanto lo viera. Ignorando las caras conmocionadas y sorprendidas que la rodeaban, se giró y se encaminó lentamente de vuelta al taller. 
Tenía trabajo que hacer, y no podía, no debía dejar que aquello interfiriera No necesitaba eso. Se tumbó en el carrito y lo hizo rodar bajo el coche que tema que terminar de arreglar. Unos ajustes más y estaría listo. Sólo sería un momento. Cogió la llave inglesa del suelo de cemento y empezó a trabajar tratando de ignorar las lágrimas que le rodaban por las sienes y que le mojaban al pelo, tratando de ignorar el dolor que le oprimía el pecho y que le desgarraba el corazón. Tenía trabajo que hacer. Cuando todos se hubieran ido, le pagaría a Peter un día de sueldo y le diría que se fuera. No sería fácil. Necesitaba el dinero y tenía que pagar el recibo de la hipoteca la semana siguiente. Si no encontraba una solución, se vería obligada a vender parte de las joyas que su madre le había dejado para cubrir el pago. Pero si de algo estaba segura era de que Peter tenía  que marcharse. No podía controlar la respuesta instantánea de su cuerpo ante él, ni la extraña y compleja ira que la inundaba cuando lo veía. Había algo en aquel hombre que le resultaba demasiado familiar y peligroso, y no podía permitirse tenerlo cerca. Había conseguido remover algo oculto en su interior. Le había hecho sentir algo más que la pena a la que se había resignado hacía tres años cuando había decidido dejar el luto. Algunas veces, como ahora, se arrepentía de ello. Lali no percibió el sollozo que le rasgó el pecho ante tales pensamientos, pero el hombre que se había detenido junto al coche sí que lo oyó. 
Lo oyó y lo odió. Peter todavía sentía una violenta furia en sus entrañas, una furia que envolvía su mente en una neblina rojiza. Ver a Mike, oír las crueles palabras con las que había insultado a Mariana, le había hecho perder el juicio. Incluso ahora, quería matar al que había sido su amigo años atrás. Toda una vida de amistad se había esfumado en un segundo. Por lo que a Peter concernía, Mike estaba viviendo de prestado. Bajó la mirada al suelo y la imagen de las piernas de Mariana, con los pies apoyados en el suelo y las rodillas dobladas contra el guardabarros del coche, le hizo sentir otra clase de furia. 
Ella no debía de estar allí debajo. No importaba lo condenadamente sexy que estuviera con aquellos vaqueros manchados con el mismo aceite que le salpicaba la barbilla y la mejilla. Se estaba matando a sí misma. Peter  había observado las ojeras, el peso que había perdido, las oscuras profundidades de sus bellos ojos grises. Esa no era la mujer que había dejado. No había ni rastro de maquillaje en aquella cara tan sorprendentemente joven, y su cabello antaño  tenía ahora una mezcla de oro bruñido y castaño . Aquello trajo a su mente el recuerdo del cuerpo desnudo de Lali. Cuánto había amado él aquel cuerpo cálido y curvilíneo que se había amoldado al suyo a la perfección. Su suave monte de Venus había estado desprovisto de vello, así que no había sabido nunca cuál era su color natural. Dios, Lali parecía muy joven. El maquillaje que había usado la había hecho parecer mayor y más experimentada. Sabía que tenía  dieciocho años cuando se casaron, pero ahora se daba cuenta de lo joven que había sido en realidad. A los veintiséis años, sin los cosméticos que añadían madurez a su rostro, parecía todavía inocente. Pero él había visto el dolor, denso y oscuro, reflejado en sus ojos, en la línea apretada de sus labios y en la rigidez de sus hombros antes de que ella hubiera desaparecido debajo del coche. Inspiró profundamente mientras los mecánicos lo miraban observar cómo Lali desaparecía bajo el coche. Tenían  expresiones cautelosas, entre aliviadas y preocupadas. No eran los mismos hombres que habían trabajado para él antes de que se marchara. Eran desconocidos, y los desconocidos siempre podían ser enemigos. Peter jamás olvidaría que sólo uno, el más joven, se había adelantado para proteger a Lali cuando todos los demás retrocedían. 
—Ya no está sola —rugió, sabiendo que la furia volvía más áspera su voz—. Moved los culos y terminad el trabajo, o coged vuestras cosas y marchaos. Quiero que cada uno de los vehículos que hay en el taller esté arreglado antes de que os vayáis a casa esta noche, o al único que querré ver mañana será a éste. —Señaló a Toby con el dedo—. Y si no recuerdo mal, tu sitio está en la oficina.
 Toby tragó saliva y sus oscuros ojos parpadearon indecisos al mirar hacia el lugar donde Lali había desaparecido. Era obvio que estaba más interesado en protegerla que en continuar con su trabajo. 
—Vamos, muchacho —masculló Peter—, ya discutiremos los detalles más tarde. —Volvió la mirada hacia los demás hombres, observando cómo se movían con nerviosismo con las caras manchadas de aceite y las miradas cautelosas fijas en él. —Elegid de una vez —les exigió—, y aseguraos de hacerlo bien.
 No esperó a conocer sus reacciones. Se dirigió al fondo del taller caminando con seguridad hacia la mesa donde estaban las fichas de los coches, y cogió la primera. Había llegado el momento de ponerse a trabajar. No se engañaba; después de que todos se hubieran ido, Mariana  dejaría que aquel temperamento suyo hiciera erupción. Sólo lo había visto en todo su apogeo una vez, cuando estaban casados. El día que él había cometido el error de decirle qué era lo que no podía hacer, la joven le había dejado bien claro qué era exactamente lo que ocurría cuando intentaba controlarla. Ejercer el control era algo innato en los SEAL’s. Era parte de su esencia y de lo que los hacía tan eficientes. Así que no había sido de extrañar que una noche que ella había quedado con sus amigas para cenar e ir de copas, él le hubiera ordenado que no fuera. La quería en casa con él. Estaba excitado y deseaba poseer a su esposa. No quería que estuviera en un pub local con un montón de hombres codiciándola. Pero Lali le había mirado en silencio durante un largo momento y después había seguido informándole de dónde estaría y cuándo regresaría a casa. «Maldita sea, Lali, debes quedarte en casa esta noche. Conmigo». Apenas le había dado tiempo de esquivar el salero que le había lanzado a la cabeza. Y luego su pequeño y dulce ángel sureño de voz suave había estallado. Enrojecida y furiosa, había procedido a dictarle las leyes que regirían su relación, antes de salir airada de la casa meneando su pequeño trasero como una gata enfurecida. El había terminado por ceder y le había dicho que pasara la noche con sus condenadas amigas. Que estaría bien sin ella. A las dos de la madrugada, había registrado el pueblo hasta encontrar su coche aparcado frente a la casa de una de esas amigas. Había sacado de allí a su esposa, que había bebido de más, y después de meterla en el todoterreno, la había llevado a casa. Jamás volvió a cometer el mismo error. Ahora, tras oír aquel sonido ahogado y sordo debajo del coche, emitido por la misma mujer, se preguntó si alguna vez había conocido bien a su esposa. Se dio cuenta de que existía una Mariana  que se había contenido ante él de la misma manera que él se había contenido ante ella. No había tenido suficiente de ella antes de «morir». No la había tocado de todas las manera que había querido. De pronto se percató de que la oscuridad que siempre habitaba en él había estado buscando una vía de escape, y que ahora la había encontrado en su independiente y pequeña esposa. Una mujer que se merecía mucho más de lo que estaba a punto de conseguir.

Eran casi las siete de la tarde y el sol empezaba a hundirse tras las montañas cuando los mecánicos comenzaron a marcharse, mirando de reojo a Peter, como si les diera miedo dejar a su jefa a solas con él. El sheriff no había aparecido, lo que quería decir que Mike no había presentado cargos. Todavía. 

Su todoterreno había sido entregado en el banco mientras él aún estaba allí, y si la suerte estaba de su lado, Lali no tendría que volver a tratar con aquel bastardo en mucho tiempo. Peter, por otra parte, era alguien con quien sí iba a tener que lidiar. 
La sangre le había bombeado con furia en las venas durante todo el día, dejándole los nervios a flor de piel y una sensación casi de excitación que se le clavaba en el pecho como si se tratara de unas afiladas garras
. Había trabajado duro y sin parar, y había conseguido que los demás hombres cumplieran con sus tareas más deprisa. Pero Lali no lo necesitaba allí. No le quería allí. No necesitaba que interfiriera en la estructurada y ordenada existencia que había logrado crear. No quería la excitación ni la tensión que sentía oprimiéndole las entrañas

4 comentarios:

  1. Algo le dice a Lali k ese misterioso hombre ,la pone en jake mate ,como lo hacía su "esposo".K carácter el d Peter,lleno d autoridad,jajaja,sin conocerlo todos acataron sus órdenes.¿Podrías quitar la verificación d palabras?,sería más fácil comentar.Gracias.

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    1. Lo siento por lo de la verificación de palabras si te digo la verdad ni sabia que estaba jajaja así que gracias por decirme y por leer, un besito.

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  2. me encanta la nove te dije? quiero maaaaaaaaaaas

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    1. Jajaja muchas gracias por leer, me alegro mucho que te guste!

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