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lunes, 17 de septiembre de 2012

CAPITULO 18

Peter lo miró fijamente. Aquello no sucedería nunca. No podría soportar que Lali supiera lo que le había ocurrido al hombre que había amado con tanta desesperación como para ir al infierno con él. 
—Los muertos no hablan —sentenció con voz ronca—. No lo sabrá nunca. Su marido está muerto. 
Ian le sostuvo la mirada durante un instante, apretó los labios y luego miró a Micah indicándole con la cabeza que saliera. 
—Te está mintiendo —dijo el israelí—. No posee el suficiente control para no hacerle daño. 
Oh, sí que poseía el suficiente control. Más control del que cualquiera de ellos creía.
. —Vete y encárgate de que los demás sepan lo que tienen que hacer —le ordenó Ian—. Esto sólo le incumbe a Peter .
Lali  estaba de pie detrás de la estrecha encimera que separaba la cocina de la salita, observando el pasillo, cuando Ian salió del dormitorio. Kira y ella no se habían dirigido la palabra. Ambas sabían que tendrían que hablar tarde o temprano, pero ninguna había roto el silencio. El agente de Oriente Medio 
—Lali  estaba segura de que todos eran agentes— había salido del apartamento con Nik y los demás unos momentos antes, dejando tras de sí un tenso silencio entre Kira y ella. La otra mujer la miraba con atención, con una mirada pensativa en sus ojos grises. 
En ese momento, cuando Ian salió de la habitación, Lali se enderezó y miró la puerta cerrada del dormitorio.
 —¿Qué tal está? —Se metió las manos en los bolsillos de los vaqueros y observó al que había sido el mejor amigo de su marido. Qué extraña coincidencia que también pareciera ser amigo de Peter.
 —Se pondrá bien. —Ian se irguió en toda su estatura y rodeó a su esposa con un brazo cuando se acercó a él. Lali le sostuvo la mirada y fue directa al grano. —¿Quién es? ¿Qué es?
 ¿Era sorpresa lo que brillaba en los ojos de Ian? Aun así, no dijo nada. Lali se acercó al cajón de la cocina, lo abrió bruscamente y dejó caer la Glock en la encimera. Sin dejar de mirar a la pareja, se inclinó, abrió las puertas bajo el fregadero y extrajo otra arma sujeta con velero en la madera. Luego fue hasta el sofá, sacó otra pistola más pequeña del bolsillo de la parte inferior del asiento y la añadió al montón. —¿Quién demonios es y por qué ha irrumpido en el taller y en mi vida? —Golpeó la encimera con la mano—. ¿Y qué tienes tú que ver con él? Fuiste el mejor amigo de mi marido, Ian. Te consideraba casi un hermano. Y ahora metes a un agente secreto en la vida de su esposa.
. —De su viuda —dijo Ian con suavidad. Lali se estremeció.
 —¿Y eso lo justifica? —le espetó—. Maldita sea, Ian. ¿Por qué le traicionas de esa manera?
 —Yo no he traicionado a Thiago, Lali. —Le lanzó una mirada fiera y dura—. Ni tampoco le doy órdenes a Peter. Sea lo que sea lo que esté haciendo aquí, es cosa suya. Lo conozco. Somos amigos. Igual que soy amigo tuyo. 
Sí, eran amigos. Durante dos años, la joven había sido testigo de la amistad que lo unía a su marido. Habían sido como hermanos, quizá incluso más. E Ian tenía la misma particular costumbre que el padre de Lali. Cuando mentía, no parpadeaba. No cambiaba la expresión de la cara, no tensaba el cuerpo; resultaba tan antinatural que a Sabella siempre le había hecho sospechar. 
—No me mientas. —Le apuntó con un dedo tembloroso—. No te atrevas a mentirme. Aquí pasa algo raro, algo que va más allá que unas cuantas cuchilladas y que todas esas tonterías que acabas de decir. 
—Si pudiera decirte algo más, lo haría —le aseguró Kira. Lali volvió la mirada hacia la otra mujer. ¿A qué se debía aquella advertencia en sus ojos? Sabía que quería decirle algo, podía sentirlo.
. —Kira ¿puedes esperarme fuera? —le pidió Ian. Al parecer, él también había percibido la necesidad de hablar de su esposa. 
—No, Ian, no puedo —respondió. En sus ojos y en su sonrisa se reflejaba el amor que sentía por su marido, sin que ello restara fuerza a su determinación de quedarse allí. El casi puso los ojos en blanco.
-Eres mi amiga —la acusó Lali con dureza—. Pero te quedas ahí parada, dejando que él me mienta. ¿Es que tú también me has mentido? 
Ian suspiró. 
—Lali, escúchame. 
—¿Quién es? —les preguntó a ambos de nuevo—. Es un agente, ¿verdad? —Lali se estremeció, desgarrada ante aquella certeza—. ¿De qué agencia? ¿Del FBI- Ian negó con la cabeza. 
—Peter no pertenece a ninguna agencia del gobierno, Lali. 
—¿Es un agente privado? —adivinó. Él no le respondió—. ¿Qué tiene esto que ver contigo? 
—Sólo voy a aclararte que hay una operación en marcha en Al-pine —le dijo Ian finalmente—. Sólo lo sabéis Rory y tú, nadie más. 
Ahora no estaba mintiendo. Lali se humedeció los labios con nerviosismo.
. —¿Qué tiene que ver Peter con todo esto? —inquirió con brusquedad. Hizo aquella pregunta a pesar del miedo que le daba la respuesta. Ian apretó los labios.
. —Nada por lo que debas asustarte. —Le estaba ocultando algo y ella lo sabía.
. —¿Por qué está aquí? 
—Eso debe contártelo él, Lali. —Ian suspiró—. Estoy aquí porque los dos sois mis amigos. Nada más. Me enteré de que habían intentado atropellar a Toby y de que Peter estaba herido, y vine a ver cómo estaba. 
—Me estás mintiendo —gritó ella—. Maldita sea, podéis iros los dos al infierno. Estás mintiendo de la misma manera que me mentiste cuando murió mi marido. —Se giró dándoles la espalda, se cubrió la cara con las manos durante un instante, y después se dio la vuelta de nuevo—. No le dispararon, ¿verdad? —Lali  ya no podía contenerse, estaba tan desesperada por averiguar la verdad que no le importaba nada más—. Dime, Ian, cuéntame qué le pasó a mi marido y luego dime qué diablos está haciendo ese hombre en mi vida. —Señaló al pasillo, viendo cómo Peter aparecía por él. 
—Lali. —Ian negó con la cabeza. 
—No me dejaron despedirme de mi marido —rugió—. No pude ver su cuerpo... —No te hubiera gustado verlo, Lali —le aseguró Ian—. Confía en mí. Recuérdalo tal y como era, y déjalo marchar. Está muerto. Te lo prometo, no te habría gustado ver lo que recuperamos de él. 
Un sollozo desgarró a Lali. Por un segundo, sólo por un segundo, casi había llegado a pensar que... Negó con la cabeza. No, no debería pensar en eso. Se cubrió la boca con la mano y les dio la espalda a los tres. 
—Lali —susurró Kira detrás de ella. Lali levantó la mano. Silencio. Sólo necesitaba silencio. Sólo un minuto para dejar morir esa última llama de esperanza. 
—Quiero irme a casa —murmuró volviéndose hacia ellos y buscando los ojos de Peter. El le devolvió la mirada con los ojos llameantes y la expresión angustiada. Quería acercarse a él. Quería rodearlo con sus brazos y que el mundo volviera a ser normal una vez más. 
—¿De veras quieres alejarte de Peter, Lali? —le preguntó Kira. Se acercó un poco más y le puso una mano en el hombro mientras ella se estremecía con otro sollozo—. Puede que no sea tu marido, pero, ¿de verdad quieres huir de lo que podría llegar a ser para ti?
 —Eres la que me dijo que me acostara con él para librarme de la tensión sexual —le espetó, sorbiendo por la nariz para intentar contener las lágrimas—. Y no sirvió para nada. Para nada.
 —¿De verdad no sirvió para nada, Lali? —Kira sonrió; una triste y tierna sonrisa—. Tu marido se fue, pero tú no moriste con él.
-Kira, dime la verdad —susurró. Estaba tan llena de dolor y de sospechas que se sentía devastada.
 —Basta. -Lali  levantó la cabeza y observó cómo Peter atravesaba la salita tambaleándose. Vestía los mismos vaqueros que había llevado antes, rotos y con la bragueta abultada por una erección. Kira suspiró cuando Ian se acercó a ella y le rodeó la cintura con el brazo.
 —Vámonos, cariño. -Cuando la puerta se cerró tras los Richards, Peter se acercó a la encimera y miró fijamente las armas que Lali había amontonado. —¿Cómo las has encontrado? —le preguntó con una voz más áspera de lo normal. Lali apretó los dientes y luego esbozó una sonrisa burlona.

 —Las has escondido en los mismos sitios donde las habría escondido mi marido. 
Ya estaba, lo había dicho, y habría jurado que él casi se había sobresaltado. Peter guardó silencio durante un buen rato antes de asentir lentamente. 
—Soy un agente contratado por una compañía privada —reconoció. Alargó el brazo para coger la Glock, rodeó la encimera y guardó las otras dos armas. —Un adicto a la adrenalina —se burló ella—. Justo lo que necesitaba en mi vida. Dime, Peter, ¿conocías a mi marido?
 Lali apoyó la cadera contra la encimera y cruzó los brazos sobre el pecho mientras lo observaba, deseando descubrir algo que confirmara o desmintiera las sospechas que crecían en su interior. Él bajó la vista unos segundos, puso las manos sobre la encimera y, finalmente, alzó los ojos hacia ella. 
—Conocí a tu marido. No éramos exactamente amigos. 
—¿Erais enemigos?- Él arqueó los labios en un gesto burlón.
 —No, no éramos enemigos. Sólo éramos conocidos.
 —¿Es Peter tu verdadero nombre? -Él asintió con la cabeza lentamente, observándola en silencio.
 —Lo es. 
—¿Cuál es el motivo de que hayas venido a Tejas a acostarte con la esposa de Thiago? -Peter se estremeció y Lali pudo ver el dolor que le produjeron sus palabras. La traición. Se sentía traicionado. Decepcionado. 
—No ha ocurrido así. —Negó con la cabeza, y Lali supo que mentía. Lo notó. Fue algo instintivo. Como un viejo aroma que despertara sus sentidos. Lo sabía, como siempre había sabido cuándo le mentía su marido. 
—Sabías quiénes éramos Rory y yo cuando te acercaste a nosotros, ¿no es cierto? 
Peter se lamió el labio inferior. No fue un acto producto de los nervios, ni de la indecisión. Fue algo sexual. La mirada en sus ojos era sexual. Todo en él clamaba por sexo duro. 
—Lo sabía. —Al menos en eso no le mentía. 
—¿Por qué? —le preguntó llena de dolor—. ¿Por qué me has hecho esto? ¿No he sufrido ya bastante? ¿Acaso crees que quiero estar con otro adicto a la adrenalina que irá de misión en misión buscando algo que yo no puedo darle? -Él la miró sorprendido.
. —¿Crees que tu marido era un SEAL por esa razón? ¿Por qué buscaba lo que tú no podías darle?
 —¿Qué más podía ser? Mírate. —Lo señaló con la mano—. Admítelo. Te encanta el subidón de adrenalina. Te encanta lo que te hace sentir. Es mejor que el sexo —se burló—. ¿No es así, Peter ?
Sus ojos. Aquellos ojos. Tan feroces y resplandecientes, tan ardientes que llegaban a partes en el interior de Lali que ella no quería admitir que existían, no eran color azul brumoso, pero sí luminosos. No eran ojos irlandeses, pero tampoco parecían naturales.
La mirada de Peter se deslizó por el cuerpo femenino y Lali sintió como si la estuviera acariciando. 
—No hay nada comparable al sexo contigo. —Su voz era ahora gutural—. No hay nada que me excite más, ninguna droga, ninguna misión que me haga sentir lo que siento al hundirme dentro de ti. Y daría hasta la última gota de mi sangre por volver a correrme en tu interior una vez más. Pero no soy Thiago. 
Lali se quedó sin aliento. Dio un paso atrás, sintiendo una terrible opresión en el pecho mientras la necesidad de respirar lidiaba con el deseo que le hacía arder las entrañas.
 —Quieres recuperarlo con todas las fuerzas de tu ser, ¿verdad, Lali? —Se apoyó en la encimera—. Quieres centrar tu vida en los recuerdos de un hombre que jamás regresará. 
Ella negó con la cabeza y su corazón lloró de agonía ante aquellas palabras. Unas palabras que mataban la frágil llama de esperanza que vivía dentro de ella. Una esperanza que se negaba a pronunciar en voz alta, porque deseaba desesperadamente que fuera real. 
—No te dejaron ver su cuerpo, así que rezaste para que estuviera vivo. —Las crueles palabras de Peter, el tono gentil de su voz, atravesaron su cuerpo como si la hubieran golpeado con un látigo.
 —No sigas. —Lali sacudió la cabeza con los ojos llenos de lágrimas, sintiendo un dolor devastador que le desgarraba el alma y destruía la última esperanza de volver a abrazar a su marido otra vez—. Por favor no lo digas.
Peter  extendió las manos hacia ella. Le retiró el pelo de la cara, le secó las lágrimas con los pulgares y le acarició las mejillas. 
—Tu marido está muerto. —La voz masculina también estaba llena de dolor—. Se ha ido, Lali. 
—No —negó ella sacudiendo la cabeza—. No. 
—Sólo está vivo en tus sueños. —Le rozó los labios con los suyos—. Pero yo estoy aquí. Delante de ti. Déjame, Lali. Déjame tener lo que no tuvo Thiago. Déjame estar con su bruja salvaje.
 —¡No! —gritó con una agonía estremecedora. Quería golpearle. Quería arrancarle el pelo, los ojos, pero lo único que podía hacer era alejarse de él, así que se obligó a salir de la cocina.
 —No te ofreciste a él por completo —la acusó con voz ronca y suave mientras la seguía. La sujetó por los hombros y apretó con fuerza al sentir que ella se tensaba bajo sus manos—. Entrégate a mí. Dame a la mujer que no le diste a él. 
—Le amo. 
—Le amaste. —El fuego en los ojos de Peter ardió de dolor, de pesar, de desolación y lujuria—. Le amaste, Lali. Porque él se ha ido.
. —Para. —Ella negó con la cabeza. —¡No soy Thiago Bedolla! —rugió golpeándola con las palabras. La zarandeó con firmeza y Lali  hundió los hombros y siguió negando con la cabeza, sollozando, emitiendo unos gritos que rasgaban el pecho de Peter. 
—Métetelo en la cabeza, Lali. No soy Thiago. No soy el hombre que amaste, pero bien sabe Dios que soy el hombre que va a follarte. Que te abrazará cuando llores por las noches. El hombre que te obligará a recibirlo tan profundamente, tan duramente, que jamás se te volverá a ocurrir ocultar una parte de ti.
 —Para. Para de una vez. —Lali lloraba desconsoladamente. Tenía la respiración entrecortada y las lágrimas le nublaban los ojos mientras las palabras la desgarraban con la misma fuerza que un cuchillo afilado.
 —No voy a parar. —Sus manos la sostuvieron con fuerza, negándose a soltarla—. Mírame, Lali

3 comentarios:

  1. la esta matando con lo que le dice
    que feo
    lloro con lali
    quiero massssssssssss
    beso

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  2. Pobre Lali yo quiero matar a Pete por hacerla sufrir pero el está bajo el efecto de esa droga.
    @Masi_ruth

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  3. Esa un obstinado ,la ve k esta sufriendo ,k a descubierto varias cosas k la llevan a Thiago ,y la sigue haciendo sufrir,no contándole la verdad d una buena vez ,y k ella sea completamente libre para elegir.Encima el polvo d afrodita k siempre lo tiene dispuesto,vive así permanentemente.Encima me da rabia k los demás sepan ,y ella k intuye algo raro ,y ninguno le dice nada,todos callan.

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