Translate

martes, 11 de septiembre de 2012

CAPITULO 13

¿Abrazarla? Deseaba mucho más que eso. Pero no era tan mezquino para negarle un abrazo cuando ella le había ofrecido tanto. Se quitó las botas, se tumbó a su lado y la estrechó contra sí. 
—Tengo pesadillas —susurró ella acurrucada contra su pecho. 
—Lo sé, cariño. —Le deshizo la trenza y enterró los dedos en su pelo. 
—Veo sangre —musitó—. Tengo las manos cubiertas de sangre. Y tú estás agachado delante de mí. Eres tú. Pero luego eres Thiago y luego tú de nuevo. Entonces Thiago se aleja y tú todavía sigues allí. Y, de repente, yo soy tú, y el dolor es horrible. Y todo lo que percibo es a ti pensando en mí. Rogándome que te salve mientras bailo delante de ti y te provoco para que me tomes. Pero no soy yo. Es aterrador, Peter. 
El se estremeció. Dios, ella también había padecido aquel infierno. Fuentes no había dejado de tentarle, llevándole mujeres que se parecían a Lali. Entonces estaba bajo los efectos del «polvo de afrodita», tan excitado que el dolor le ahogaba, pero, de alguna manera, lo sabía. Sabía que las mujeres que le llevaban no eran su esposa.
 —No pude salvarle —murmuró ella mientras se quedaba dormida—. El me rogó que le salvara y no pude hacerlo. —Su voz era ronca por las lágrimas y el sueño—. No pude salvarle... 
Peter  inclinó la cabeza sobre la de ella y la estrechó con fuerza, haciendo que se relajara. 
—Lo salvaste —susurró contra su pelo. Lali no tenía ni idea de lo ciertas que eran esas palabras. El hombre que había sido ya no existía, pero el hombre que amaba a Lali, que lloraba por ella, que había podido soportar el infierno gracias a los votos que le había hecho, había sobrevivido. La acunó cuando gimió en sueños, la tranquilizó y la abrazó. Se quedó mirando la oscuridad, deseando poder llorar él también. Porque ella había sufrido en vez de seguir adelante con su vida, tal y como él había pensado que haría. Porque su abuelo había tenido razón. La había amado tanto que a veces hubiera jurado que podía sentir su corazón latiendo junto al suyo. Porque sabía que su abuelo no había mentido sobre los ojos irlandeses. Porque en los recuerdos de la infernal existencia que él había vivido, recordaba haber visto imágenes que no estaban allí. Estaba en su dormitorio, mirando al espejo, mirando a Lali. Y parecía que ella también había podido ver a través de él el infierno al que le habían sometido. Tensó los brazos y la meció contra sí. Inclinó la cabeza sobre ella y se obligó a respirar a pesar del dolor, a reprimir la agonía que fluía sin control en su interior. —
-Lali —musitó saboreando su nombre. Ella se arqueó contra él. Dormida, sensual, tentadora. 
—Te he echado de menos, irlandés.
Peter ignoró la lágrima que le resbaló por la mejilla. Dolor. Pérdida. Ella sabía la verdad. En lo más profundo de su ser se negaba a ver quién era él, pero lo sabía, porque aquel vínculo entre ellos, aquellos votos, todavía seguían allí. Al haberse mantenido alejado de Lali, la había dejado vagando entre la realidad y el infierno. Todavía unida a él, pero sola, enfrentándose a las pesadillas sin su esposo a su lado. Resistiendo a pesar de haber vislumbrado el horror que él había experimentado. Peter había pensado que Lali no sería lo suficientemente fuerte para asimilar lo que le había ocurrido en aquella maldita selva. Sin embargo, ahora, tenía la sensación de que ella era más fuerte de lo que nadie había creído. Quizá, en su corazón, en su alma, Lali era incluso más fuerte que él. 
Sentía calor. Lali se removió en la cama, casi gimiendo ante el calor que la envolvía. Peter la había rodeado con los brazos y apoyaba su cabeza en la de ella como Thiago solía hacerlo. Quizá fuera un gesto típico masculino. Thiago había sido su único amante, así que no tenía manera de saberlo. El brazo de Peter descansaba sobre la cintura femenina, atrayéndola hacia su pecho y había colocado una pierna sobre las de ella. Lali  había apoyado la cabeza en su otro brazo, así que no podría liberarse de él aunque quisiera. Pero tampoco deseaba hacerlo. Quería disfrutar de aquel calor. Aferrarse a él. Sin embargo, algo le aguijoneaba la mente, espoleándola, impeliéndola a despertarse. Se movió contra Peter sin querer abrir los ojos. Anhelaba quedarse allí. Por mucho que deseara otras cosas, no quería perder aquella increíble sensación de paz. Pero la mano de Peter comenzó a deslizarse bajo el dobladillo de la camiseta que ella todavía llevaba puesta y se apretó contra su vientre. Lali se desperezó, presionándose con firmeza contra el cálido cuerpo masculino que tenía detrás, y contuvo la respiración, medio suspirando, medio gimiendo al darse cuenta de que no era un sueño. Se sentía débil y llena de deseo. ¿Cómo había dicho Kira? ¿Libérate de la tensión sexual y todos los problemas se resolverán por sí solos? Tenía sentido. En aquel momento, envuelta en el abrazo de Peter, con la mano masculina recorriéndole el borde de las bragas, tenía mucho sentido. 
—No te muevas. —Ronca y gutural, la voz de Peter retumbó en su oído cuando ella apretó el trasero contra su gruesa erección. El estaba desnudo. En algún momento de la noche se había desvestido y metido bajo las mantas con ella. Lali se estremeció al pensarlo. Podía sentir la desnuda longitud del cuerpo de Peter  detrás de ella, fuerte y duro. Abrió los párpados. Todavía era de noche. La luz del amanecer aún no había entrado en la habitación, y la joven no tenía que enfrentarse a lo que debía o no hacer. Podía limitarse simplemente a sentir. Volvió la cabeza y acarició con los labios el cuello masculino, justo debajo de la barbilla. El roce de la barba recortada le resultó excitante y erótico. No había sabido hasta aquel instante que una barba de varios días podía proporcionar tanto placer.
. —Bésame —susurró Lali. Él se quedó inmóvil. Le presionó la mano contra el estómago y luego la movió a la cadera, aferrándola para mantenerla quieta. 
—No me tientes, Lali. —Su susurro resonó en la oscuridad, envolviéndola, invadiendo los sentidos de la joven.
. —Te deseo. —No había sentido deseo desde la muerte de su marido. Pero ahora sí. Lo deseaba con una fuerza que sabía que tendría que analizar más tarde, pero no ahora. En ese momento, iba a experimentarlo, a disfrutar del placer que lo acompañaba. La tensión creció alrededor de ellos, llenando y calentando el aire de la habitación.
-¿Me deseas? —gruñó Peter, dándole la vuelta. Se inclinó sobre ella y la sombra de sus anchos hombros llenó el campo de visión de la joven—. ¿Me deseas a mí, Lali? ¿O deseas a tu marido?
 Lali llevó las manos a sus hombros y los acarició. Le clavó las uñas, probando sus músculos. 
—¿Importa? —le preguntó, sintiéndose inundada por el deseo hacia ambos hombres. Odiaba esa confusión, esa sensación de no saber a qué o a quién trataba de alcanzar—. ¿Te importa?
 Peter guardó silencio durante tanto tiempo que ella se preguntó si llegaría a responderle. 
—No, no me importa —gruñó él finalmente—. Te poseeré, Lali, y cuando grites mi nombre no tendré ninguna duda de a quién deseas. Pero si esperas que te tome como lo hacía tu marido, te llevarás una triste sorpresa. 
—Tú no sabes cómo me tomaba mi marido —adujo ella. Alzó la cabeza y le pasó la lengua por el pecho, rozando con la mejilla el vello que cubría el torso masculino—. Tómame como tú quieras, Peter.
 El quería poseerla con fuerza y dureza. Lali podía sentirlo. Lo había sabido incluso antes de ese momento. No sería un amante tierno, ni ella pretendía que lo fuera. La joven quería saciar aquella necesidad oscura y salvaje que había crecido en su interior durante los últimos años. El resultado de los sueños oscuros y sexuales, de las pesadillas que la atormentaban en noches como aquella. Quería satisfacer aquella inquietante e indolente sexualidad. Quería tocarlo. Estaba cansada de luchar contra sí misma y contra él. Había deseado a Peter desde el primer día que entró en el taller, provocándola con su fiera arrogancia. El cuerpo de Lali ansiaba su contacto. Su corazón, tan roto y desgarrado, deseaba alivio. Sólo un poco de alivio. Sólo durante el tiempo que llevaría saciar el deseo que ardía en ella. 
—Lali. —Peter murmuró su nombre y apoyó la frente en la de ella—. ¿Sabes lo que me estás pidiendo?
—Te deseo. 
Tenía que estar dormida. Allí, en la cama de Thiago, en la cama donde su esposo la había poseído tantas veces, ella deseaba a otro hombre.
 —Haz que desaparezca, Peter—susurró la joven desesperada—. Por favor, haz que se vayan las pesadillas. El deseo. Deja de torturarme. Tómame o vete al diablo... 
La boca de Peter cubrió los anhelantes y hambrientos labios femeninos, al tiempo que Lali lanzaba un gemido salvaje y agónico. Peter sentía que la oscura necesidad de poseerla lo presionaba, le consumía los sentidos. La besó, deteniéndose el tiempo suficiente para quitarle la camisa por la cabeza y desgarrarle las bragas. Estaba dolorosamente duro. Su erección se erguía resuelta y furiosa, y sus testículos estaban tensos por la necesidad de sentir una liberación mayor de la que había encontrado en el pasado con su propia mano. Luchó por recobrar el aliento y le deslizó la mano entre los muslos, encontrando los suaves rizos mojados, resbaladizos por el deseo. Húmedos y calientes. Como la miel. Presionó más con los dedos, acariciando los pliegues hinchados del sexo de Lali, buscando la entrada a su cuerpo. Estaba apretada, se ceñía en torno a su dedo como la noche que había tomado su virginidad, hacía ya tanto tiempo. Le separó las piernas y se ubicó entre ellas. Se prometió a sí mismo que la estimularía más tarde. Habían pasado tantos años... Oh, Dios, tanto tiempo... Meses interminables bajo el yugo horrible de una droga tan potente que la necesidad de follar con su esposa casi le había vuelto loco. La mirada gris de Lali estaba clavada en la suya, llena de anhelo, pero su voz resonaba en su mente, deteniéndole.
-Maldita sea. —Peter echó la cabeza hacia atrás para interrumpir el beso y se quedó mirándola, percibiendo apenas sus rasgos en la oscuridad que los rodeaba—. ¿Tienes alguna idea de cuánto te deseo? —Apretó los dientes y se mordió la lengua.
 —Entonces, tómame —jadeó ella—. Tómame, Peter. Tómame de la manera que necesitas. De la manera que necesites.
 Negó con la cabeza y echó los hombros hacia atrás, queriendo aullar de furia. Quería amar a su esposa, tocarla, besarla y saborear cada centímetro de su cuerpo. Peter se estremeció una y otra vez, apretó el duro glande contra la pequeña entrada al cuerpo de Lali y gimió al sentir la cálida, resbaladiza y dulce humedad con la que lo recibía. Presionó hacia delante, prometiéndose a sí mismo que sólo sería un momento. Había esperado demasiado tiempo para poseerla de nuevo. Podía esperar lo suficiente para darle placer a ella primero. También había querido hacerlo el día que Rick Grayson los había interrumpido. O el día anterior, cuando ella había tomado su semilla, haciéndole alcanzar un placer que estuvo a punto de destruirlo. Lali le deseaba, igual que él la deseaba a ella. Peter anhelaba darle todo lo que era, y en lo que se había convertido. Empujó un poco más y le cogió las muñecas cuando comenzó a golpearle el pecho, apretándoselas contra la cama mientras la penetraba. Se detuvo ante las puertas del éxtasis, sintiendo un placer indescriptible en la punta roma de su miembro. 
—Di que no ahora —masculló él—. Dilo ahora o luego no podrás retractarte. ¿Me has oído? 
Ella alzó la cabeza para mordisquearle los labios. 
—Bésame —susurró Lali—. Bésame mientras me haces tuya, Peter. 
¿Así que no iba a pedirle que se detuviera? ¿Así que no iba a gritar su nombre queriendo decir otro? 
—Oh, Lali —gimió él—. Oh, Dios mío, pequeña.
 Le cubrió los labios con los suyos y se permitió saciar el deseo que lo consumía. Había pasado demasiado tiempo desde que había tenido a su esposa bajo él. Demasiado tiempo desde que había sentido el ardiente placer de sus músculos internos abriéndose para tomarle, desde que había oído sus gritos bajo sus labios, sabiendo que Lali sentía la misma oleada de placer que él. Impulsó las caderas adentrándose en ella con firmeza y rapidez, abriéndose paso en su interior mientras la joven se tensaba y se arqueaba bajo él. Ahogó los gritos de Lali con los labios, le llenó la boca con la lengua y fundió su cuerpo con el suyo para introducir aún más su erección en la dulce dicha que le esperaba en aquellos muslos. Siguió empujando, embistiéndola, y cuando no pudo soportar ni un minuto más la tortura, echó la cabeza hacia atrás apartando la boca de sus labios y le soltó las muñecas. Se aferró a las caderas de Lali y las mantuvo pegadas a su cuerpo al tiempo que se ponía de rodillas. Le alzó el trasero hacia sus muslos y comenzó a moverse con el ritmo duro y controlado que necesitaba. Peter oyó los sonidos que salían de la garganta de Lali, pero no le importaron. Sabía que aquellos gemidos roncos, profundos, eran producidos por el placer. Cerró los ojos y su cuerpo se cubrió de una pátina de sudor mientras sentía la cálida y apretada funda del sexo de Lali, palpitando y ciñéndose en torno a su miembro. Se hundió completamente en ella, incapaz de detenerse, gozando, amando cada penetración con su alma maldita para siempre, ofreciéndole a su esposa cada furioso centímetro, cada onza de aquella agonizante lujuria que bullía en su interior. Lali cerró los puños sobre el edredón tratando de aferrarse a cualquier cosa. Aquellos duros movimientos que colmaban su cuerpo la estaban llevando al peligroso abismo de la locura.

Nunca antes había estado tan excitada. No necesitaba más estímulos. Aquel beso y las embestidas casi brutales con las que la estaba poseyendo, la llenaban de un oscuro y seductor placer que nunca antes había sentido. Lali jamás había tenido lo que Peter le estaba ofreciendo. Deseo puro y desesperado. Lujuria descarnada. Los rápidos y duros envites la dominaban, la quemaban como flechas ardientes que atravesaran su cuerpo. Peter la tomó con dureza, sin disculparse. La hizo suya como un hombre a punto de perder la cordura, pensando sólo en la liberación que ella podía proporcionarle. Sólo ella. Nadie más. Sólo eso, tomándola, fundiéndose con ella hasta que Lali gritó su nombre. Gimiendo, suplicando, estallando bajo él cuando sintió que el orgasmo la alcanzaba en una brutal oleada de turbadoras sensaciones. Se sintió devastada. Como si la estimulación previa hubiera sido eterna, cuando, de hecho, no había existido. Como si él hubiera estado jugando con ella sin piedad, empujándola más y más alto, hasta que ella se sintió flotar. Se movió sensualmente bajo su cuerpo, sintiendo que Peter emitía un gemido hambriento y eyaculaba en su interior mientras seguía embistiéndola y pidiéndole más. 
—¡No es suficiente! —El gruñido de Peter rasgó el aire. Se retiró de Lali y la hizo girar sobre su estómago para luego atraer su trasero hacia sí. Volvió a penetrarla de inmediato, haciéndola arquearse con unos envites profundos, incorporándola hasta que la joven lo sintió contra la espalda. Entonces Lali estiró los brazos hacia atrás y le sujetó el cuello al sentir sus manos sobre ella, recorriéndole todo el cuerpo. Petera le acarició los muslos y el vientre mientras la hacía suya sin piedad, le amasó los senos y le pellizcó los pezones con los dedos, separándole más los muslos, meciéndolos a ambos sin dejar de penetrarla con rápidos movimientos. El calor los envolvió y los atravesó, hasta que los gritos de ella rasgaron el silencio de la noche. 
—Eres tan estrecha —gimió él, deteniéndose con la respiración jadeante—. Tan dulce y apretada. Muévete contra mí, Lali. Enséñame cómo te gusta. 
La joven obedeció y empujó las caderas hacia atrás, rotándolas, levantándolas y bajándolas. Se retorció contra él y no pudo evitar jadear al sentir los labios de Peter en el cuello y el rudo roce de la barba contra su piel. —Dímelo —le susurró Peter roncamente al oído, al tiempo que sus manos se aferraban a las caderas femeninas—. ¿Cómo te gusta? ¿Duro? —Se enterró en su interior profundamente—. ¿Lento? —Se retiró un momento y luego volvió a llenarla con un movimiento lento y palpitante que la hizo gemir en protesta.
 —Duro —confesó Lali—. Lo deseo duro y rápido... Lo sabes. 
La joven se estremeció violentamente entre los brazos masculinos, temblando por la necesidad de alcanzar el orgasmo de nuevo al sentir que Peter bajaba una mano y comenzaba a deslizar las yemas de los dedos sobre su clítoris. La tensión creció incontrolable de nuevo en el interior de Lali, desgarrándola con unas punzadas de ardiente y doloroso placer cuando Peter volvió a mover las caderas con dureza y rapidez. El le apartó los brazos de su cuello y la empujó por los hombros con una mano, haciendo que se inclinase sobre la cama. Los movimientos se volvieron más salvajes, más descontrolados. Sus cuerpos, húmedos y calientes, se unieron una y otra vez. Los sonidos de sus movimientos, de sus gemidos y sus gritos se hicieron desesperados cuando el climax los hizo estallar con una detonación silenciosa de insoportable placer. Lali se quedó sin respiración. Sólo podía arquearse y abrir los ojos totalmente aturdida, mientras un gemido escapaba de sus labios y su cuerpo volaba libre hacia el éxtasis más puro. A su espalda, Peter se quedó rígido y gritó con fuerza, haciendo resonar en el aire algo que podía haber sido su nombre o una maldición mientras se derramaba en su interior otra vez. La cálida eyaculación hizo que Peter se estremeciera de pies a cabeza y que otra oleada de placer los inundara por completo antes de remitir, lenta y suavemente, y los hiciera caer temblorosos sobre la cama. El se quedó tendido a medias sobre ella, aún duro en su interior. Los corazones de ambos retumbaban en sus pechos y, cuando el agotamiento se apoderó de ellos, Lali se dejó llevar hasta que creyó oír algo que sabía que no podía haber escuchado.
. —Go síoraí. 
Abrió los ojos y parpadeó, escuchando, tensa y llena de miedo. Pero no oyó nada más. Las palabras se habían desvanecido, igual que los sueños habían desaparecido para siempre, igual que la esperanza la había abandonado hacía ya mucho tiempo. Sin embargo, Peter todavía estaba allí. Se arrastró sobre ella, la envolvió en sus brazos, y unos minutos más tarde, Lali lo sintió respirar lentamente, como si se hubiera quedado dormido. En silencio, la joven se quedó mirando la oscuridad, parpadeando para hacer desaparecer las lágrimas mientras se aferraba al brazo que le rodeaba el estómago y que la estrechaba contra Peter. 
—Para siempre —susurró ella. No fue más que un suspiro, demasiado leve para que nadie pudiera oírlo. Pero ya no existía un para siempre. Se le escapó una lágrima, silenciosa e inútil, porque las lágrimas no curaban y, finalmente, se dejó llevar por un sueño que jamás había creído volver a conciliar. El sueño reparador que sólo había alcanzado en los brazos de su marido y que ahora volvía a alcanzar en los brazos de otro hombre. 
A su espalda, Peter permaneció quieto y en silencio. Totalmente inmóvil. La tristeza y el dolor en la voz de Lali le habían provocado una agonía en el alma que casi le dejó sin respiración. La abrazó, la sintió, y, en su interior, aquel vacío desgarrador que una vez había sido su alma, lloró con ella.

8 comentarios:

  1. uoreiwsdgfhkn que peter le cuente todo lahace sentir culpable al pedoo!!

    ResponderEliminar
  2. asdasdadasdkd quierooo maaaaaaaaaaaaas

    ResponderEliminar
  3. Los dos disfrutan d ese encuentro ,pero persisten los recuerdos.

    ResponderEliminar
  4. Me encantó, me encantó y pues es difícil entregarte a otro hombre cuando has amado a otro y mucho más cuando al principio es solo pura atracción.
    @Masi_ruth

    ResponderEliminar

Datos personales

¿os gusta la nove?