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sábado, 15 de septiembre de 2012

CAPITULO 16

Lali estaba furiosa cuando regresó a casa a la mañana siguiente para darse una ducha y vestirse antes de ir a trabajar. Un rasguño sin importancia, había dicho Peter la noche anterior, asegurándole que estaba bien. Había sido muchísimo más que un maldito rasguño. Cuando despertó, lo había sorprendido intentando vendarse él mismo, creyendo que de esa manera podría ocultarle las heridas. Maldita sea. Tenía tres largas cuchilladas en la parte superior del cuerpo. Una en el bíceps, otra en el abdomen y una tercera en la cadera. Y todas bastante profundas. Lo suficiente para que ella hubiera insistido en que fuera al médico. El se había negado. Por un segundo, cuando Peter le había dejado bien claro que las cosas se harían a su manera, Lali  habría jurado que tenía la misma mirada, el mismo gesto tenso, e incluso la misma manera de apretar los labios que había tenido su marido cuando estaba furioso y decidido a no ceder. Aquello era algo que le asustaba reconocer. Porque algunas veces notaba esas pequeñas cosas, y temía estar tratando de convertir a Peter en el hombre que había perdido sólo para justificar su deseo, su necesidad de él. Por supuesto, Peter no le había contado lo ocurrido ni cómo se había hecho esas heridas. Se había limitado a decirle que todo había sido un «malentendido». Estaba tan enfadada que, en vez de ir en coche a trabajar, había bajado andando la colina para tranquilizarse. Al entrar en el taller observó que Peter salía por la puerta de la tienda limpiándose las manos con un trapo, y que saludaba a Toby, que estaba cruzando la calle en esos momentos. Algunas veces, Toby iba al trabajo caminando. Decía que de esa manera se mantenía en forma. De pronto, Lali vio que Peter cruzaba el asfalto agrietado frente a la gasolinera y que entrecerraba los ojos, tensando el cuerpo. La joven se detuvo de golpe y miró a su alrededor, preguntándose qué había llamado la atención de Peter, pero no vio nada raro. Negó con la cabeza y dio un paso observando cómo Toby llegaba a la esquina de la calle, bajaba la acera y comenzaba a atravesar la ancha calzada. Fue entonces cuando escuchó el sonido de un motor acelerando.. Un coche negro con las ventanillas tintadas se acercaba con rapidez a la gasolinera, directo hacia Toby. 
—¡Toby! —gritó la joven al ver cómo el coche enfilaba hacia él. El muchacho levantó la cabeza sorprendido ante su grito, y se dio la vuelta, de cara al vehículo que aceleraba hacia él. Lali corrió, aunque sabía que no llegaría a tiempo. Como también sabía que el conductor tenía intención de atropellar a Toby. Ella no lograría llegar a la calzada y el muchacho no alcanzaría la acera. Como si todo transcurriese a cámara lenta, vio cómo Toby daba un salto y echaba a correr. El coche siguió directo hacia él mientras Lali gritaba e intentaba correr más rápido. Bajo el implacable sol de la mañana, la joven se debatió entre el miedo y la furia. No podía permitir que eso ocurriese. No podía permitir que hicieran daño a Toby. Era un niño, sólo un niño. Volvió a gritar su nombre, horrorizada, y entonces Peter cruzó como un rayo la carretera colocándose durante unos instantes delante del coche, estiró el fornido brazo en torno a la delgada cintura de Toby, y ambos rodaron por la acera hasta caer en una zanja. Las llantas del coche rozaron el bordillo de la acera antes de acelerar todavía más y desaparecer.
Un segundo después, el enorme gigante rubio que Rory había contratado para sustituir al mecánico que había despedido, cruzó la calzada y se arrodilló junto a Peter y Toby. Peter. Oh, Dios mío. Oh, Dios mío, Peter. Tenía que estar bien, se dijo a sí misma Lali al tiempo que cruzaba la calle. Le había visto caer en la zanja antes de que el coche golpeara contra la acera, así que seguro que estaba bien, ¿verdad? No se dio cuenta de que estaba gritando su nombre hasta que alguien la agarró por detrás para detenerla, mientras el resto de los mecánicos cruzaban la calle.
. —¡Noah! —sollozó, intentando librarse de los brazos que la retenían—. ¡Noah!
 —Lali. Quieta. ¡Ya basta! —gritó Rory con la voz más dura que nunca. La sacudió, la hizo girar y bajó la mirada hacia ella.
 —¡Suéltame! —Le golpeó con los puños, en la mandíbula, en la espalda y cuando por fin consiguió soltarse se dirigió tambaleante hacia la zanja. Vio que Toby se había incorporado, pero Peter no se movía. La sangre le corría por el brazo, oscureciéndole la camiseta y la cinturilla de los vaqueros. El enorme mecánico, Nik, estaba inclinado sobre él, palmeándole la cara con manos ásperas y duras.
 —¡No le toques! —Empujó a Nik, haciéndole perder el equilibrio—. ¡Llamad a una ambulancia! —les gritó a los hombres que la miraban inmóviles como si estuviera loca—. ¡Llamadla ya si no queréis que os despida a todos! 
Deslizó las manos por el cuerpo de Peter, le levantó la camiseta y vio la sangre que manaba de los crueles cortes que le habían hecho en el abdomen y en el costado la noche anterior. Los vaqueros estaban empapados en sangre, demasiada sangre. Y además, ahora tenía un nuevo corte en la pierna. Maldita sea. Maldita sea. Sabía que sus heridas eran más graves de lo que él le había dicho esa misma mañana. Lo sabía. Lali se quitó la bata de trabajo, la desgarró por las costuras y, haciendo una bola con ella, la apretó contra el corte de la cintura al tiempo que le tendía al enorme rubio el otro trozo de tela. Nik la miró con aquellos ojos claros llenos de furia y separó los labios como si quisiera decirle algo.
. —Si no va a presionarle el hombro, apártese para que me pueda encargar yo —le espetó Lali. Él siguió sus instrucciones mientras la joven examinaba el cuerpo de Peter con las manos. Brazos, costillas, muslos. No parecía tener nada roto. Alzó la vista y echó un rápido vistazo a los hombres que los rodeaban.
 —Pedid una ambulancia. 
—Nada de ambulancias. 
Al oír aquella furiosa voz, Lali giró la cabeza y se enfrentó a la aturdida mirada de Peter. 
—Estoy bien. —Peter sacudió la cabeza y miró a Nik—. ¿Pudiste ver la matrícula? 
—No tenía matrícula —dijo el otro hombre con una voz que parecía salir de lo más profundo de su garganta—. Si ella me lo permite te llevaré a mi casa. Si no quieres ir al hospital, yo puedo curarte esas heridas. 
—¡Ni hablar! Por supuesto que irá a un hospital. —Lali fulminó a ambos hombres con la mirada. En su interior se mezclaban el miedo y la cólera. 
—Nada de hospitales, Lali. —Peter se incorporó—. ¿Dónde está Toby?
 El muchacho estaba bien, aunque todavía seguía sentado en la zanja mirándolos a todos en estado de shock.
. —Algún hijo de perra ha intentado atropellarme —consiguió decir.
 —Sí, un maldito bastardo —masculló Peter, incorporándose y clavando la mirada en Lali. Tenía los ojos encendidos, febriles. Resplandecían con un brillo antinatural que la dejó paralizada y sin habla mientras los mecánicos se movían a su alrededor.
 —Ven aquí. —Le tendió el brazo y le dirigió una mirada exigente—. Ven aquí, Lali.
Ella se acercó lentamente a él, sin apartar la mirada de sus ojos. Peter la rodeó con el brazo y la estrechó con tanta fuerza contra su cuerpo, que si Nik no los hubiera estado sosteniendo, ambos habrían acabado tirados en la zanja. 
—Mantén la calma —susurró Peter en su oído—. Nada de ambulancias ni de hospitales. No puedo permitir, bajo ninguna circunstancia, que nadie sospeche que no estoy en buena forma. No me lleves la contraria, pequeña. Aún no. Te lo explicaré todo más tarde. 
Lali se estremeció ante el ronco sonido de su voz y asintió con la cabeza. Quizás existiera una buena razón para que Peter no quisiera ir a un hospital, pero él tendría que explicársela con todo detalle. 
—Venga, vamos. —Rory se colocó a un lado y Nik al otro. Lali se sintió aplastada cuando movieron a Peter por la carretera. Su brazo le rodeaba la espalda de tal manera que ella se preguntó si él era consciente de su propia fuerza. 
—Tenemos que llevarte a mi casa —insistió Nik—. Tengo un amigo que puede curarte las heridas si de verdad no quieres ir a ningún hospital. 
Peter negó con la cabeza. 
—Al apartamento. 
—Le llevaré arriba —le dijo Nik a Lali con un gruñido siseante que sólo oyeron Rory y ella—. Ya he pedido refuerzos. Rory, quédate abajo y vigila el taller. Encárgate del sheriff cuando venga. 
¿Qué estaba pasando allí? ¿Qué demonios tenían en común Peter y Nik además de los coches? Los coches y los ojos peligrosos. La debilidad que Lali percibió en el cuerpo de Peter cuando lo arrastraron por las escaleras de la parte trasera la aterrorizó. Tenía la mano mojada con su sangre, podía olería, fuerte y metálica.
. —Las llaves —le pidió Nik una vez llegaron a la puerta.
 Lali rebuscó en el bolsillo de los vaqueros de Peter, y apenas pudo contener un jadeo al percatarse de la gruesa erección que presionaba contra los pantalones. Al sacar las llaves, levantó de nuevo la mirada hacia él. Los cálidos y brillantes ojos de Peter estaban llenos de lujuria a pesar de la debilidad que invadía su cuerpo. No tenía los ojos oscuros, no eran del azul brumoso al que ella estaba acostumbrada. Eran brillantes, casi de color zafiro. Casi... oh, Dios. Eran, casi, ojos irlandeses. Se obligó a girarse, a meter la llave en la cerradura, y habría entrado en el apartamento si Peter no la hubiera hecho retroceder. A pesar de sus heridas, se apoyó contra la pared de la terraza y metió la cabeza en el interior del apartamento mientras le hacía algún tipo de indicación a Nik. El gigante rubio se deslizó en el apartamento y el movimiento le recordó a Lali a un depredador, o alguno de aquellos condenados documentales del gobierno que mostraban a militares o a agentes federales adentrándose en territorio enemigo. Ahora estaba segura de que Nik y Peter eran agentes de algún tipo. No era estúpida; había estado casada con un SEAL, por el amor de Dios. ¿Por qué pensaban que nunca había prestado atención a su marido? Incluso cuando estaba en casa, Thiago había sido muy cuidadoso. Comprobaba los alrededores de la casa, las puertas y ventanas, con ojos siempre duros y cautelosos, hasta que se convencía, más allá de toda duda, de que no les amenazaba ningún peligro. Lali se sentaba en la salita, se limaba las uñas y fingía no darse cuenta de nada. Pero siempre había prestado más atención al hombre que amaba que a sus uñas. Era parte de estar casada con él. Una parte oscura y peligrosa que había aceptado incluso cuando deseaba su tenso y duro cuerpo.
. —Vamos a llevarle adentro. —Nik no tardó más de un minuto en salir para ayudarla a sostener a Peter.
Le metieron en el apartamento y fueron derechos al dormitorio. Cuando abrió la cama, Lali se quedó mirando las sábanas con horror. Estaban manchadas de sangre. Mucha sangre. Peter tenía  que haber estado sangrando durante casi toda la noche. Se giró y clavó la mirada en Peter, observando cómo Nik le ayudaba a sentarse y le desataba las botas antes de quitárselas.
 —Ve a la salita. —Peter la miraba fijamente con unos ojos hambrientos y feroces—. Vete. Ahora, Lali. 
—¿Por qué no me lo dijiste? —susurró ella con voz ronca—. ¿Por qué no me dijiste que estabas sangrando de esta manera? - la miró y luego observó la cama. —¿Cuánta sangre habías perdido cuando te despertaste? —preguntó. 
—Intenté lavarme mientras ella dormía —masculló Peter sin dejar de mirar a Lali—. Vete a la salita y no te muevas de allí. Ahora.
 Ella negó con la cabeza, acercándose a él para coger el dobladillo de la camiseta y sacársela por la cabeza. De pronto, la mano de Peter salió disparada y agarró con fuerza la muñeca de la joven.
 —¿Recuerdas lo que sucedió anoche?- Lali le devolvió la mirada sin decir palabra, con el corazón acelerado por el miedo. —Si no te vas en este mismo instante, volverá a ocurrir. Y me dará igual quién esté mirando. Vamos a tener compañía pronto. Avisa a Nik cuando lleguen a la puerta, pero no la abras, ¿me has comprendido?
 —Tranquilízate, Peter —masculló Nik con cautela, claramente preocupado. —Respóndeme, Lali —rugió—. ¿Me has comprendido?- La joven tiró inútilmente de la muñeca tratando de liberarse. —Lali. —Peter dijo su nombre con un gruñido que llevaba implícita una orden, un indicio de la determinación que formaba parte de su ser—. ¿Me has comprendido? 
 —Esperaré en la salita —dijo ella con voz rota—. Cuando oiga a alguien en la puerta, avisaré a Nik. 
Peter le sostuvo la mirada. Sus ojos ardían, eran como fuego azul clavado en los de Lali. Finalmente, asintió con la cabeza y la soltó, liberándola dedo a dedo, hasta que ella pudo retroceder y salir lentamente del dormitorio. Aturdida, atravesó el pasillo y entró en silencio en la cocina. Era la viuda de un SEAL. Había conocido a muchos agentes de varios organismos del Estaba su padre había sido detective en el departamento de policía de Atlanta. Sabía muy bien cómo se movían aquel tipo de hombres, cómo miraban, y cuándo le estaban mintiendo. Tragó saliva y observó la salita. Las cortinas estaban echadas y podría jurar que las ventanas estarían firmemente cerradas. ¿Qué tipo de agentes serían? Rebuscó en su memoria frenéticamente y tuvo que sentarse en el sofá al empezar a temblar. ¿Quizá de la patrulla fronteriza? No, parecían demasiado duros para ser de la patrulla de la frontera. La única razón que se le ocurría para que estuvieran allí era lo de aquellas muertes acaecidas en el parque nacional durante el año anterior. La caza de inmigrantes y lo de aquella chica que había desaparecido de la universidad unos meses atrás. ¿Cómo se llamaba? ¿Lisa? Había sido amiga de Toby. ¿Serían del FBI? ¿De la CÍA? Sí, un agente de la CÍA actuaría así, tendría aquella mirada dura e inflexible, emanando poder en cada orden que daba. O quizá fueran SEAL’s. Sintió un estremecimiento. Un SEAL también actuaría así; sin embargo, su presencia en Tejas no estaría justificada. Los SEAL’s eran una fuerza de ataque, no una agencia de investigación. Quizá Peter hubiera formado parte de los SEAL’s en algún momento de su vida. Un antiguo SEAL tan alto como su marido, que tenía la misma edad que   hubiera tenido Thiago ahora, que la abrazaba como lo había hecho él y que tenía unos ojos que habían ardido como zafiros sólo unos instantes antes, igual que los de su esposo. Lali negó con la cabeza. Dios, ¿tan culpable se sentía que tenía que creer que Peter era Thiago para excusar la atracción y el deseo que sentía por él? No había excusas. Sabía que existían algunas similitudes ambiguas. Incluso Duncan las había notado. Pero Peter no era Thiago. Thiago estaba muerto. El hombre que ella amaba se había ido, ¿verdad? Sintió que la tensión la desgarraba por dentro e intentó buscar diferencias entre Thiago y Peter. A Peter le gustaba el sexo duro, mientras que Thiago siempre había sido tierno en la cama. No obstante, ella siempre había sospechado que algo oscuro habitaba en su interior, que había más de lo que parecía. Peter, por el contrario, no se contenía en absoluto. Se mordisqueó la uña del pulgar. Su Thiago no tenía cicatrices y su voz había sido clara y profunda, un sonido puro que le acariciaba los sentidos. Pero Thiago giraba la llave inglesa de la misma manera que lo hacía Peter. Y mascaba chicle cuando trabajaba en el taller.

3 comentarios:

  1. Chicas como os vaaaaaaaa? Espero que genia, yo quería decir que ya tengo el próximo CAP preparado para subirse, el problema es....solo un comentario???? Losientoo pero para subir otro me gustaría que hubiera alguno mas. Bueno eso chiquis beshitosssssss!

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  2. Ahora Lali ya sospecha mucho más.

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