Translate

martes, 4 de septiembre de 2012

CAPITULO 8

¿Cómo te estoy poniendo la vida patas arriba, Sabella? —
Una vez, hacía mucho tiempo, lo habría sabido. Habría conocido a la mujer que tenía delante, y hubiera jurado que podría anticipar cada pensamiento y cada movimiento que ella hiciera. Sin embargo, por muy doloroso que le resultase, debía admitir que realmente había sabido muy poco de ella. La esposa de Thiago jamás habría entrado a la fuerza en la oficina. Demonios, jamás se le habría ocurrido intentar arreglar un coche, ni le habría hecho bajar la vista. La mujer que había pertenecido a Thiago le había ocultado partes de sí misma, igual que Thiago se las había ocultado a ella. Aun así, la mujer que tenía delante iba a pertenecer a Peter. 
—Crees que puedes dominarme ¿verdad? —le preguntó suavemente Lali—. Que puedes entrar aquí y tomar todo lo que quieras. 
Él entrecerró los ojos. Lo había pensado, sí. Aunque ella pronto le había desengañado de esa idea.
 —Yo sólo necesito un trabajo. —Peter forzó una sonrisa y observó cómo la joven escrutaba su rostro. 
—Lo que necesitas es tener el control sobre todo y sobre todos —afirmó alejándose de él y dirigiéndose al escritorio—. Tener a todos metidos en un puño, acatando tus normas. 
Peter se giró y observó cómo se apoyaba contra el escritorio. Llevaba el pelo recogido en una coleta y tenía la cara, el cuello y los vaqueros manchados de aceite. Y era la imagen más bella que él hubiera visto jamás. Toda una mujer, segura de sí misma, poseedora de una feminidad casi abrumadora. De pronto, una oleada de lujuria atravesó el control de Peter e hizo que se estremeciera de pies a cabeza. 
—No voy a negar que te deseo —le dijo. Ella agrandó los ojos. 
—No te lo he preguntado. 
—Estoy cansado de esquivar el tema —gruñó él—. Estamos jugando un juego que comienza a irritarme, Mariana. 
Una sonrisa burlona curvó los labios femeninos. 
—No te necesito, Peter. Por si no te has dado cuenta, tengo una relación estable. No necesito otra.
 —No te acuestas con él —afirmó acercándose a ella. La cólera iluminó las profundidades de los ojos grises. 
—¿Cómo lo sabes? 
—Porque, ahora mismo, tienes los pezones duros —le espetó él, bajando la vista a las pequeñas cimas que se erguían orgullosa-mente contra la tela
—. Porque estás haciendo todo lo que puedes para apartarte y acercarte a mí al mismo tiempo. Porque sientes la química que hay entre nosotros igual que yo. Mariana  respiró hondo y deseó no haberlo hecho, porque debajo del olor a aceite estaba el olor a hombre. A sudor húmedo y lujurioso, poderoso. Aquellos penetrantes ojos, la tensión que llenaba su cuerpo, que la envolvía, le recordaba que hacía mucho tiempo que no estaba con un hombre. Desde la última vez que Thiago la había tocado, se recordó a sí misma con desesperación.
 —-No quiero hablar de eso. —Se apartó del escritorio y se dirigió a la puerta, sólo para encontrarse con un cuerpo mucho más grande que el suyo bloqueándole el camino.
 —Ignorarlo no va a hacer que desaparezca —le aseguró Peter con suavidad, cogiéndola por los hombros y manteniéndola inmóvil.
 —No tengo que ignorar algo que no va a ocurrir y que ni siquiera existe —replicó ella con aspereza, alzando la cabeza de golpe para enfrentarse a él.
 —Va a ocurrir.
Lali se quedó quieta. Debería luchar contra Peter, correr, gritar o algo por el estilo. Cualquier cosa salvo permanecer allí parada, sintiendo cómo se le aflojaban las piernas mientras él bajaba la cabeza para acercar inexorablemente sus labios a los de ella, sin dejar de sostenerle la mirada un solo instante.
 —No lo hagas —susurró la joven cuando sus labios estaban a un aliento de los de suyos—. No lo conviertas en una guerra.
 —Ya es una guerra —sentenció él con aquella voz ronca y áspera. Extrañamente, ella percibió en ese momento las cicatrices que había bajo la barba
—. Bésame, Mariana. Lo estás deseando. Los dos lo deseamos.- Estaba hablando contra sus labios y ella los separó involuntariamente. Sus manos se aferraron a la cintura masculina, mientras algo en su interior palpitaba con anhelo, con ansia. 
—Ya basta. —Dio un paso atrás, pero él la atrajo hacia sí. Antes de que Lali pudiera reaccionar, antes de que pudiera escapar, la inundó una oleada de placer. Los labios de Peter se posaron sobre los suyos, cubriéndolos y separándolos hasta que ella se sintió perdida. El beso hizo que vibrara en lugares que no sabía que pudieran vibrar y se sintió invadida por una fuerza oscura, dominante y posesiva. Al cabo de unos segundos, Peter la empujó contra la puerta, la alzó hacia su cuerpo y le introdujo la lengua en la boca mientras Lali oía su propio grito, mezcla de miedo y un abrumador placer.
 —Esto es lo que quieres —la acusó levantando la cabeza de golpe, con la lujuria llameando en sus ojos y haciendo que la sangre ardiera en las venas de la joven—. Quieres esto, Mariana. Así de caliente y descontrolado. Ten cuidado, cariño, ten mucho cuidado, o puede que lo consigas antes de que estés preparada para ello. 
La mirada de Lali se clavó en la de él con sorpresa. El placer la atravesaba; el oscuro poder de aquel beso dominante había despertado algo que ella no quería admitir. Algo para lo que no estaba preparada. Se apartó lentamente. 
—Dile a Rory que lo veré a la hora de cerrar. 
—¿Huyes? —gruñó él cuando ella se giró, encaminándose hacia la puerta que daba al aparcamiento.
 Lali se volvió hacia él y lo recorrió con la mirada, percatándose del grueso bulto en los pantalones, de la voracidad que brillaba en sus ojos. 
—Mantente alejado de mí, Peter —le dijo en tono sombrío—. No te necesito. No te deseo. Todo lo que quiero es que te vayas. 
Mentiras. No eran más que mentiras y ella las reconoció mientras salía de la oficina y recorría casi corriendo la distancia entre el taller y la casa de la colina. La casa que había compartido con el único hombre capaz de hacer lo que acababa de hacer Peter. El único hombre que había despertado un deseo que ella no podía controlar, que no podía combatir. Si no se alejaba de él ya, Lali sabía que se expondría de nuevo al dolor y a la pérdida. Peter no era de los que se quedaban. No era de los que amaban para siempre. No era su marido.
Lali logró evitar a Peter al día siguiente, y al siguiente. Podía sentir su mirada sobre ella cuando estaba trabajando en la oficina. Cuando él entraba allí, la joven se escapaba a la tienda de suministros. Si estaba trabajando en el taller, se colocaba lo suficientemente lejos de él como para poder ignorar la áspera voz masculina. Estaba segura de que a Peter le había ocurrido algo en la voz. Surgía de lo más profundo de su garganta y era demasiado áspera y ronca. Las cicatrices de la cara y la fina red de marcas que se adivinaban bajo el vello de los musculosos brazos hacían que la joven se preguntara por aquéllas que había vislumbrado bajo el cuello de la camiseta. ¿Qué le había sucedido? Era difícil marcar a un hombre tan fuerte como él de una manera tan horrible. No importaba dónde estuviera, Lali sentía su mirada sobre ella y recordaba aquel beso que la había hecho arder y que la había dejado débil durante horas. Pudo sentir esa misma tensión creciente la tarde siguiente. Cada vez que él intentaba hablar con ella, cada vez que se movía en su dirección, Lali se dirigía hacia otro lado. No quería tratar con él. Su vida estaba bien así. Estaba bien sola. Una cita de vez en cuando era suficiente. Y aunque Duncan quería más, su relación aún no había llegado al punto donde tendría que romperla. Le gustaba su compañía, su risa. Por el contrario, temía la intensidad de Peter. Logró esquivarlo durante un día más, hasta la hora del cierre. Rory y los demás ya se habían ido, y ella estaba sola en la oficina cuando Peter entró. 
—Tenemos que hablar —le dijo mientras ella metía la cartera en el bolso y sentía cómo se aceleraba el ritmo de su corazón. 
—No tengo tiempo —se excusó ella—. Tengo una cita esta noche y no puedo retrasarme más.
.—Ni hablar. Cerró la puerta de una patada y echó el cerrojo con un chasquido, haciéndola sobresaltarse por la ferocidad que demostraba. Luego, antes de que ella pudiera esquivarle, la agarró por la muñeca y la condujo a las escaleras que llevaban al apartamento del primer piso. 
—¿Qué demonios... ? 
—Deja de huir de mí, Mariana —gruñó Peter, instándola a subir las escaleras—. Vamos a terminar con esto ahora mismo.
 —¿Terminar el qué? —Ella se soltó de su mano en cuanto entraron en el apartamento que una vez había compartido con Thiago. Lali  debería gritar, debería intentar patearle, golpearle. No dejar que la arrastrara hasta aquel apartamento sin oponer la más mínima resistencia. Sobre el sofá reposaba una mochila de cuero y había una caja en la cocina con algunas provisiones. Evidentemente, se había estado instalando. Allí, donde Thiago y ella habían hecho el amor, donde se le había declarado, donde se habían acostado por primera vez. De pronto, pensar en otro hombre en aquel lugar le resultó intolerable.
. —Quiero que te vayas de aquí. —Se volvió hacia él, temblando al ver las posesiones de otro hombre en el espacio de Thiago—. Ahora mismo. ¡Vete! Una neblina de calor la invadía. Era furia. Se dijo a sí misma que sólo era furia y nada más. El soltó un bufido.
. —Rory ha tenido la amabilidad de traerme provisiones mientras yo estaba dejándome el trasero en esos coches de ahí abajo — le dijo—. No me voy a marchar.
 —No quiero que estés aquí. Vete antes de que llame al sheriff. —Lali estaba furiosa. El le sostuvo la mirada como si fuera el dueño del apartamento, del taller y de ella, y lo estuviera presionando demasiado. Pero Lali no pensaba rendirse. Lo quería fuera de su vida ya, antes de que fuera demasiado tarde. ---De verdad crees que voy a dejar que el sheriff me eche? —le preguntó con aquella áspera voz que provocaba escalofríos en la espalda de Lali. 
Ella se quedó quieta y le sostuvo la mirada. Peter parecía peligroso, incluso la tensión que lo envolvía era peligrosa, entonces, ¿por qué no estaba asustada? ¿En qué momento había perdido todo el sentido común que poseía?
 —¿Por qué estás aquí? —Lo miró, sintiendo que la cólera y la incredulidad colisionaban en su interior—. ¿Qué demonios te hace pensar que puedes entrar en mi vida y coger todo lo que te apetezca?
 El le dio la espalda durante un segundo, bien para ocultarle algo, bien para controlar su temperamento. Cuando se giró hacia ella, la joven retrocedió un paso.
 —Estás huyendo de ti misma, Mariana. ¿Por qué? 
De pronto, la joven fue consciente de que él no se iría a ninguna parte. Y sólo tenía que mirar la expresión de su cara para saber que tampoco podía obligarlo. Rory, el propietario de la mitad del negocio, lo había contratado. Tenía tanto derecho a prestarle el apartamento como ella y podía contratar a quien quisiera. Thiago y ella habían llegado a ese acuerdo antes de casarse. Si a él le ocurría algo, entonces la mitad del negocio sería para Rory, porque sabía que su padre jamás le dejaría nada. Tenía que aguantar a Petrt hasta que éste decidiera por sí mismo que había llegado el momento de largarse, y eso no iba a suceder por ahora.
 —No estoy huyendo de nada que no sea un hombre dispuesto a tomar por la fuerza más de lo que quieren darle. No eres un Bedolla, señor Lanzani. Eres un don nadie aquí y siempre lo serás. —Se giró con intención de dirigirse hacia la salida. Dio un paso y al segundo se encontró presionada, firme pero suavemente, contra la puerta por un cuerpo grande y duro que se apretaba contra el suyo. Contuvo el aliento. Se sentía rodeada, repentinamente caliente y débil. El tenía la cabeza junto a la suya, le rozaba la mejilla contra el pelo, inmovilizándola con las manos mientras le hacía ser consciente de su erección. —¿Por qué estás tan asustada? —susurró—. ¿Acaso tienes miedo de volver a sentirte viva?
 —¿Crees que me haces sentir viva? —se burló ella—. No vales ni la décima parte de lo que valía mi marido, y si no lo necesito a él para sentirme viva, te puedo asegurar que tampoco te necesito a ti. 
—¿Acaso Sykes te hace sentir viva? —inquirió—. ¿Te dice lo perfecta que eres? ¿Te acaricia como si fueras a romperte con un simple susurro? —se mofó—. ¿Es eso lo que necesitas, Lali? 
—¡Eres un bastardo!
 Se retorció con violencia y levantó la rodilla para golpearlo sólo para sentir que Peter la alzaba y le separaba los muslos hasta que la dura longitud de su erección se apretó contra ella. Sin piedad, inclinó la cabeza y su boca cubrió bruscamente la de la joven. La aspereza de la barba recortada de Peter sobre su piel le era desconocida. Sus labios, duros y hambrientos, tomaron los de Lali sin pedirle permiso, sin vacilar. Como si supiera que dentro de ella había una necesidad que ni ella misma conocía. No fue un beso suave. Fue voraz. Lleno de un hambre y de una lujuria elemental que encendió una llama a partir de alguna chispa escondida dentro del cuerpo de la joven. De pronto, el cuerpo femenino no tuvo más que una meta. Lali le pasó los brazos por el cuello, enterró los dedos en su espeso pelo, y lo atrajo hacia ella. Hacía tanto tiempo. Tanto tiempo desde que un hombre había tocado su cuerpo, desde que había necesitado unas caricias que no fueran las de Thiago... Ni siquiera había pensado en ello. Y ahora, el deseo estallaba dentro de ella. Un gemido agudo y furioso emergió de su garganta cuando Peter deslizó la lengua por sus labios antes de retirarse. Ella le tiró del pelo con fuerza y después de mordisquearle el labio inferior, hundió los dientes en él. En apenas un latido, se encontró aplastada contra la puerta por el cuerpo de Peter, y se dejó devorar por el hambre y la necesidad que invadía su ser. La enorme mano de Peter se enredó en su cabello y le echó la cabeza hacia atrás. Él no era suave, pero ella no deseaba que lo fuera. Lali  quería fuego y fuerza, y aquel imposible deseo que crecía entre ellos. Apretó las rodillas contra los firmes y esbeltos costados masculinos, movió las caderas, y se contorsionó contra él, apretándose contra su miembro a través de la tela de los vaqueros que los separaba. Lali le oyó soltar un gruñido, un gemido. Peter cerró el puño sobre los cabellos femeninos y le echó la cabeza aún más hacia atrás, pasándole los labios por la barbilla, por la mandíbula, mordisqueándola y lamiéndola. 
—Móntame —le murmuró Peter al oído, rozándole la oreja con la aspereza de su barba mientras ella seguía moviéndose sinuosamente contra él—. Esto es lo que quiero, Lali. Aquí y ahora. —Le acunó el trasero con una mano para acercarla más hacia sí y ella se frotó violentamente contra su erección. La costura de los vaqueros le rozó el clítoris, y las agudas sensaciones que atormentaban a Lali se incrementaron. Estaba cada vez más mojada. Podía sentir cómo se le hinchaba el clítoris, cómo se calentaban las paredes de su vagina y se volvían resbaladizas, llenas de necesidad.
 —Móntame, Sabella —repitió—. Oh, sí, pequeña, frótate contra mí. —El también empujaba las caderas contra ella, presionando con dureza la suave carne que escondía la unión entre sus muslos. Lali bajó las manos y agarró la camiseta de Peter para subírsela por la espalda. Tenía que tocarle. Tenía que sentir su piel bajo las manos. Gimió cuando los labios masculinos cubrieron de nuevo los suyos, mientras ella seguía tirando de la tela hasta que él se apartó el tiempo suficiente para quitarse la camiseta por la cabeza. Apenas un segundo después, regresó junto a ella para besarla de nuevo, acunándole la cabeza con una mano y el trasero con la otra. Sí. Eso era lo que ella necesitaba. El calor del cuerpo de Peter parecía fundirse con el suyo. Le sentía ardiente bajo las palmas de las manos cuando le acarició los hombros. Podía percibir la áspera rugosidad de las cicatrices que marcaban su cuerpo bajo las yemas de los dedos. Se aferró a él clavándole las uñas en la piel y gritó antes de que la besara de nuevo. Se estaban moviendo. El mundo parecía estar del revés, se ondulaba peligrosamente, hasta que oyó el golpe sordo de la mochila cayendo al suelo y sintió el cuero del sofá contra la espalda cuando él la tendió sobre los cojines. Los labios de Peter nunca abandonaron los suyos. No le dio la oportunidad de pensar y ella tampoco quiso hacerlo. Las manos masculinas agarraron la camiseta de Lali para sacársela de los vaqueros, y, antes de que ella pudiera procesar lo que ocurría, él le había subido la prenda de algodón y el sujetador por encima de los pechos. Sintió la áspera barba sobre el pezón. Se la pasó por la sensible punta, haciendo que ella se arqueara un segundo antes de rozárselo con los labios y tomarlo en su boca. Peter empujó las caderas con dureza contra las de Lali. La montó sin piedad, sin importarle las capas de tela que les separaban, llevándola más cerca del éxtasis de lo que ella había estado en años. La joven se arqueó hacia él, rozándose contra su cuerpo, hundiendo la cabeza en los cojines del sofá y clavándole los dedos en los hombros para acercarlo más a ella. Era tan bueno. Como fuego líquido. Pequeñas chispas explotaron ante los ojos de Lali y las sensaciones se expandieron a través de sus terminaciones nerviosas.
 —Ahora. —El se echó hacia atrás, le agarró la cabeza bruscamente y la atrajo contra su pecho—. Tócame, maldita sea. Tócame, Mariana. 
Ella le mordió. Enterró los dientes en los músculos duros y poderosos antes de que la ferocidad del acto tomara el control. Lali  le mordisqueó los planos pezones, los lamió, los succionó. Dejó que sus manos vagaran por la espalda de Peter, reconociendo la red de finas cicatrices que la cubría Peter apretó aún más las caderas contra ella y Lali deseó que los vaqueros desaparecieran. Quería que estuvieran desnudos. Quería sentir contra su piel el grueso y pesado miembro que podía notar frotándose contra ella. Empujándola y conduciéndola a un punto donde no podía distinguir el placer del dolor. La sangre atravesaba el cuerpo de la joven a toda velocidad, palpitándole en la cabeza. Estaba cerca. Tan cerca. Volvió a morderle en el pecho otra vez y Peter lanzó una maldición al tiempo que se tensaba. De pronto, él se apartó y su salvaje mirada se desplazó a la puerta trasera del apartamento al tiempo que le bajaba bruscamente el sujetador y la camiseta para cubrirle los pechos. Fue entonces cuando la joven escuchó los golpes en la puerta. 
—¿Lali?Soy el sheriff Grayson. Lali, abre la puerta o la echaré abajo.

4 comentarios:

  1. NOOOOOOOOO los pueden interrumpir nooooooooooo
    Masi_ruth

    ResponderEliminar
  2. aayyyy me encanto la novela !! espero el proximo .. ayer empece a leerlaa ! :)

    ResponderEliminar
  3. ¡¡¡K inoportuno !!!,jajaja,ya no me cae bien el sheriff,y menos esa forma d exigirle k abra la puerta ,eso me da mucha desconfianza.

    ResponderEliminar

Datos personales

¿os gusta la nove?