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miércoles, 12 de septiembre de 2012

CAPITULO 14

-No quiero volver a verte llorar por otro hombre cuando estés en la cama conmigo. 
Lali soltó la cafetera y se giró lentamente para observar al hombre que entraba en la cocina. Peter era demasiado grande, demasiado fuerte, demasiado dominante incluso a esa hora de la mañana. La joven todavía no había reflexionado sobre lo sucedido la noche anterior, y se había obligado a escabullirse de la cama y a meterse en la ducha antes de que aquello volviera a repetirse de nuevo. Ahora, vestida con vaqueros y camiseta, y las botas puestas, volvió a darse la vuelta ignorándolo, mientras luchaba por no hacer caso a los desbocados latidos de su corazón. La noche anterior había ocurrido algo que no podía explicarse. Algo que la llenaba de miedo y de una vibrante energía que no sabía manejar. Y estar con él por la mañana no la ayudaba en absoluto. No era sólo por el aire dominante de Peter. Había algo en su postura, en la mirada de sus ojos, que oprimía el pecho de Lali y la excitaba hasta límites que la asustaban. Lali estaba segura de que la mezcla de irritación y excitación que la hacía sentir no podía ser buena para ella. 
—Es mi cama. Mis lágrimas. —Se apartó de la cafetera para hacerle sitio cuando él se acercó al aparador para coger una taza. Por supuesto, abrió la puerta correcta. 
—¿Te acuestas conmigo y luego te echas a llorar? —rugió Peter—. La próxima vez que eso ocurra, Lali, te montaré hasta que dejes de llorar. 
—¿Cómo sabes que estuve llorando? —Observó el movimiento de sus hombros, la tensión de sus músculos—. Te quedaste dormido.
 —Tengo el sueño ligero —Peter se sirvió el café y se giró hacia ella, peligroso e inquietante, con el pelo  húmedo. La barba parecía más oscura tras la noche y enfatizaba aún más los profundos ojos verdes. Vestía las mismas ropas que había llevado el día anterior, y que le dotaban de un aspecto desaliñado y poderoso a la vez. No era el mejor aspecto para la tranquilidad de espíritu de Lali. 
—No vas a tener que preocuparte por ello —dijo ella al cabo de unos segundos, encogiéndose de hombros—. Estoy segura de que ya nos hemos liberado de esa molesta tensión sexual. Podemos volver a guardar las distancias; y tú a dormir en tu cama.
 Colocó la taza de café sobre la encimera y le miró con determinación. Peter la hizo esperar. La estudió por encima del borde de su taza mientras tomaba un sorbo del oscuro brebaje y sus ojos turbulentos, aunque desprovistos de cólera, brillaron en protesta. 
—¿Crees que ha sido cosa de una sola noche? —le preguntó finalmente. Lali frunció el ceño ante el tono de Peter.
 —Saciamos nuestra curiosidad —mintió ella—. Ahora tú puedes seguir con tu vida y yo con la mía. 
—¿Para que puedas seguir construyendo ese santuario a tu marido muerto? —gruñó él. Aquella pregunta debería de haberle dolido, pero, por alguna razón, no lo hizo, al menos no como lo hubiera hecho antes de que Peter apareciera en su vida. ¿En qué demonios había estado pensando? Peter no llevaba tanto tiempo allí. Se había acostado con él, había hecho el amor con un hombre que conocía desde hacía menos de un mes. Su marido había tardado un mes entero en conseguir llevarla a la cama y Lali había sido virgen hasta ese momento. Pero aquel hombre había aparecido en el pueblo con su Harley negra, sus pantalones de motorista y aquella mirada feroz, y lo siguiente que ella supo era que tenía que devorarlo vivo. Lali sacudió la cabeza ante aquel pensamiento.
-Lo que yo haga es única y exclusivamente asunto mío. Finjamos que lo de anoche no ocurrió.
 Pero Lali era consciente de que eso no iba a ser posible. No podía ignorar la certeza de que entre ellos había ocurrido algo que iba a cambiar su vida para siempre. 
—¿Es eso lo que quieres? —Se terminó el café mientras Lali seguía allí, observándole, obligándose a parecer tranquila—. ¿Fingir que jamás he hundido mi polla profundamente en tu cuerpo? ¿Qué no nos hemos corrido como locos? 
Dejó la taza en el fregadero, se apoyó contra la encimera y cruzó los brazos sobre el pecho sin apartar la mirada de ella. 
—¿Qué quieres decir? —preguntó la joven finalmente, sintiendo cómo la tensión se cerraba a su alrededor como un nudo corredizo. Él curvó los labios. —No va a funcionar, lo sabes. Puedes luchar contra ello tanto como quieras, Lali, pero esto no ha acabado.
 —Sí, ha acabado. 
Peter negó con la cabeza. 
—Me voy al apartamento. Tengo que cambiarme de ropa. Después iré al pueblo a hacer un recado, pero regresaré aquí por la noche. 
—No, no lo harás. 
El le dirigió una mirada que casi la hizo temblar. Casi. Lali cruzó los brazos sobre el pecho y le sostuvo la mirada, deseando poder ignorar el destello de lujuria en los ojos de Peter. Finalmente, él curvó los labios lo suficiente como para provocar que ella ensanchara las fosas nasales, inflamándose ante el reto que le lanzaba.
 —Te veré esta noche —le advirtió antes de atravesar la cocina, pasar junto a ella y salir de la casa. Lali apretó los dientes y lo siguió con la vista. Rory debía haber traído su coche en algún momento de la noche anterior. El todoterreno de su cuñado no estaba y el maldito Peter bajaba la pequeña colina hacia el taller, recorriendo el camino con sus largas piernas mientras ella cerraba la puerta de la casa y se dirigía al coche. Sin embargo, él llegó antes que ella al taller, igual que lo había hecho Rory. Sonriendo entre dientes, Lali se encaminó a la oficina, cerró la puerta con suavidad y se enfrentó a su cuñado. Rory levantó la cabeza de los documentos que había estado leyendo. Sus ojos azules la estudiaron con cautela y sus rasgos duros se suavizaron adoptando una expresión neutra. 
—No te sale tan bien como le salía a tu hermano —le dijo ella con voz queda, recordando cómo Thiago la miraba con aquel mismo aire de superioridad masculina cuando sabía que estaba furiosa con él. 
—¿No me sale tan bien el qué? —preguntó Rory aclarándose la garganta. Lali se apoyó contra la puerta y lo miró detenidamente.
 —Esa mirada —le explicó ella—. Como desafiándome a cuestionar algo que has hecho. Thiago lo convirtió en un arte, pero tú necesitas practicar un poco más. Puede que fuera diversión lo que se atisbo por un momento en el rostro masculino. Rory levantó la mano y se rascó la mejilla, haciendo que las mangas de la camiseta se tensaran sobre sus bíceps. 
—Estás enfadada conmigo —masculló finalmente, dirigiendo la mirada a la puerta que conducía al apartamento.
 —Él no va a ayudarte —le aseguró Lali con suavidad sin quitarle la vista de encima—. Dime, ¿a quién de los dos se le ocurrió la brillante idea de que podrías convencerme de hacer cualquier cosa que quisieras?
 La puerta que daba al apartamento se abrió de pronto y Peter bajó las escaleras. Se había cambiado de ropa. Era condenadamente rápido en eso también.

-Rory, tienes que ir a Odessa para conseguir esas piezas —dijo Peter, mirando a su hermano—. Ahora. Rory se levantó de la silla.
 —Ni lo pienses —le advirtió Lali con suavidad. El pobre muchacho hizo una mueca y tragó aire. Paseó la mirada de Peter a ella y se dejó caer de nuevo en la silla. Bien. Había elegido bien. 
—¿De quién es el taller? —preguntó ella entonces. Rory se rascó la mejilla de nuevo, se aclaró la garganta y volvió a pasear la mirada de ella a Peter, como si en aquel asunto él fuera totalmente inocente. Inocente, ja. Aquellos dos estaban tramando algo, y ella lo sabía.
 —¿Nuestro? 
Ella lo miró con los ojos entrecerrados. 
—¿Acaso le has vendido a él tu parte? —inquirió dulcemente, señalando a Peter con la cabeza. Rory se percató de que su hermano no apartaba los ojos de Lali. Aquella mirada debería haberla puesto nerviosa y en guardia, pero que no lo hizo. Hacía mucho tiempo, su marido la había mirado de esa manera.
 —No. —Rory frunció los labios, observándola con cautela. Ignorando a Peter, Lali atravesó la estancia, apoyó las manos en el escritorio y se inclinó sobre su cuñado. 
—¿Quieres comprar mi parte del negocio? Puedo hacer las maletas ahora mismo y regresar a Georgia, de esa forma, serías el dueño de todo. ¿Es eso lo que quieres? 
La sorpresa y el impacto inundaron los ojos de Rory. 
—No. Lali, maldición, no —negó sacudiendo la cabeza con firmeza. Después miró a Peter y le dijo con voz furiosa—: ¿Qué demonios le has hecho? —¿Acaso él es el propietario de una parte del taller? —continuó Lali. Rory suspiró. 
—No. —Así que su opinión no cuenta, ¿verdad?
 —Yo no diría eso. —Rory hizo una mueca—. Vamos, Lali, sabes tan bien como yo que Peter conoce muy bien este negocio. 
—¿Y yo no? —Lali se enderezó, alzando la barbilla—. ¿Dónde estuvo los últimos seis años? ¿Acaso estuvo aquí, tratando de arreglar el infierno en que se convirtió todo esto cuando Thiago desapareció? 
—No, claro que no. —La voz de su cuñado era firme y su expresión tensa.
 —La próxima vez, Rory, consúltame primero -—le exigió ella—. No vuelvas a cometer el mismo error. Mi marido me dejó la mitad de este negocio, y eso quiere decir que es a mí a quien le corresponde tomar la mitad de las decisiones. No a un desconocido o a un intruso que cree que puede llegar aquí y apropiarse de todo lo que Thiago poseía. ¿Ha quedado claro? 
Rory se frotó la nuca. 
—Clarísimo —dijo finalmente, asintiendo con la cabeza. Lali no se molestó en mirar a Peter ni una sola vez. 
Se dio la vuelta, cogió una bata de trabajo del perchero y volvió al taller, satisfecha de haberse enfrentado al menos a aquel problema. Peter se quedó mirando la puerta, cruzó los brazos sobre el pecho y luego se volvió hacia Rory. Su hermano tenía una fina película de sudor en la frente y sus ojos azules brillaban con temor. 
—¿Quién era esa mujer? —preguntó señalando la puerta con la cabeza. Rory negó con la cabeza. 
—La misma que entró en el taller casi tres años después de que su marido desapareciera y que se encargó de sacarlo a flote. —Se puso en pie de un salto y lo fulminó con la mirada—. Y tiene razón. ¿Dónde demonios estabas tú mientras Lali estaba sufriendo y a punto de perder todo lo que significaba algo para ella? Si quieres que se haga un trabajo sucio, hazlo tú mismo. — Agarró las llaves del escritorio y se dirigió a la puerta—. Y si eres listo, te mantendrás alejado de ella. El último hombre que la cabreó de esa manera, acabó con una llave inglesa en la cabeza. Tengo el presentimiento de que a Lali no le importaría hacer lo mismo contigo. Yo lo haría si estuviera en su lugar.
 Peter observó cómo su hermano desaparecía por la puerta que daba al taller. Luego miró la puerta que comunicaba con el apartamento, y de nuevo aquélla por la que Rory había salido.
La última persona que Peter había esperado encontrar a cargo del taller era a Lali, con aquel pelo tan bonito. Ya no se hacía la manicura. Y tenía que admitir que lo echaba de menos, pero sólo porque le había gustado que su coqueta mujer hubiera hecho lo posible para parecer más coqueta todavía. Descubrir que no lo era y que le había ocultado partes de sí misma, lo enfurecía y, a la vez, lo impulsaba a descubrir lo que todavía desconocía de ella.

 Peter montó a horcajadas en la moto despues de una terrible pelea, la arrancó y se dirigió al apartamento. Podía sentir cómo la sangre le goteaba por la ropa, humedeciéndola. En ese momento, deseaba haber matado por lo menos a uno de aquellos hijos de perra. Porque, definitivamente, le habían estropeado el plan que tenía para esa noche y no podría visitar a su esposa.
Quizá ella pudiera tolerar la visión de la sangre, pero iba a exigirle respuestas. Y Peter no estaba preparado para dárselas.

Lali observaba por la ventana, esperando. Había estado escuchando con atención desde que terminó de cenar, y para cuando oyó el duro ronroneo de la Harley detrás del taller, estaba furiosa. Era más de medianoche. Se paseó de un lado a otro de la salita, deteniéndose ante las ventanas y mirando el apartamento del taller. No se veían luces. ¿Por qué Peter no las había encendido al llegar a casa? Thiago también tenía esa costumbre. Estaba nerviosa y no podía explicar por qué. Cuanto más miraba el apartamento, más sentía el impulso de bajar para hacer el amor con Peter. Ya se había liberado de la tensión sexual, se dijo a sí misma. Ya se había acostado con él, así que ahora debería estar bien. Pero no lo estaba, y sabía que aquello ya no era sólo una cuestión de sexo. Se trataba de algo más que la impulsaba a ir con él, a comprobar si estaba bien. Maldición, Peter tenía más de treinta años, no necesitaba un guardián. En realidad, tenía treinta y cuatro años. Lali se apretó el estómago con las manos, por encima de la fina camiseta que llevaba puesta. Tenía la misma edad que tendría su marido ahora. Sacudió la cabeza. No iba a ir, no iba a bajar al apartamento a hacer el amor con él, se repetía una y otra vez mientras se ponía con rapidez las zapatillas y se las ataba. Agarró las llaves del bolso, salió de casa y al cabo de unos minutos aparcaba su pequeño coche detrás del taller. Con la llave del apartamento en la mano, subió con rapidez las escaleras traseras del taller. Se dijo que no debería entrar. Después de todo, Peter podría estar con alguien o en la ducha. No obstante, metió la llave en la puerta y entró. De repente se quedó sin aliento. Alguien la arrastró hacia el interior del apartamento, cerró la puerta a sus espaldas y la empujó contra la pared. Por un momento, la tensión de saberse en peligro le atenazó el estómago. Pero entonces se percató de que el duro brazo que se apretaba contra su cuello era el de Peter y de que el brillo casi febril de sus ojos azul brumoso era tan intenso como el de un depredador.
 —¿Te gusta vivir peligrosamente? —le preguntó él suavemente, con la cara demasiado cerca de la suya, y el cuerpo, casi desnudo, presionando contra el de ella—. Yo no puedo profanar esa sagrada cama matrimonial tuya, pero tú sí puedes dejarte caer por aquí cada vez que te venga en gana ¿verdad? 
El áspero sonido de su voz provocó que a Lali se le pusieran los nervios de punta, haciendo que se estremeciera de pies a cabeza y que levantara la mirada hacia él en la oscuridad. Peter le apartó el brazo de la garganta, pero no la soltó. La agarró por las caderas y la atrajo bruscamente hacia sí, al tiempo que ella separaba los labios con un jadeo. No estaba semidesnudo. Estaba desnudo por completo. Y duro. La longitud palpitante de su miembro se presionó contra el vientre de Lali  mientras la observaba con ardiente deseo. —Tenemos que hablar. —La joven puso las manos sobre los hombros masculinos y sintió que Peter se ponía tenso. Era obvio que él acababa de salir de la ducha. Sabella podía sentir el agua en su piel y algo resbaladizo, quizá restos de jabón. Parecía tener la piel sensible. Tema el pelo mojado y su oscura expresión no presagiaba nada bueno. 
—Parece como si te doliera algo. —Le presionó el otro hombro—. Peter, ¿qué te ha sucedido? 
—Todavía no —gruñó él. 
—¿Qué quieres decir con todavía...?
Él la interrumpió con un beso. Cubrió los labios de la joven con los suyos y lamió aquella curva plena, al tiempo que emitía un ronco gemido de necesidad desde lo más profundo de su garganta.

4 comentarios:

  1. La atracción k sienten es mortal,jajaja,pero mortal d necesidad.Pobre Rory ,entre dos fuegos cruzados,un día va a explotar ,d tanta tensión acumulada,y va a terminar hablando.

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  2. El hermano paga las consecuencias y ellos que bien se la pasan.
    @Masi_ruth

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  3. Quiero más capis, más tarde voy a recomendar tu noves es muy buena.
    Masi_ruth

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