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sábado, 25 de agosto de 2012

la cara oculta de la pasion



Prólogo




Thiago Bedolla se sentó en el escritorio de la oficina del tallermecánico que poseía y contempló a la joven que hablabacon uno de sus empleados. Parecía enfadada y exasperada.El cabello negro ceniza le caía sobre los hombros, una hermosa cascada quebrillaba bajo la luz del sol. No erademasiado delgada. Tenía unas curvas estupendas, un trasero de infartodebajo de aquella falda negra, y unos pechos erguidos y tentadores cubiertospor una blusa color chocolate .Unos taconesaltos completaban el atuendo. Se preguntó si llevaría medias o pantys,aunque ciertamente parecía una mujer de medias. Finalmente, la jovenlevantó las manos, alzó la vista y sus miradas se cruzaron. Las fosas nasalesfemeninas se ensancharon con determinación y se apresuró a dejar atrás al mecánico con el que había estadodiscutiendo, enfilando hacia la puerta de su oficina. Thiago observó cómo aquella asombrosa visión atravesaba laestancia y plantaba las manosen su escritorio mientras lo fulminaba con lamirada
.—Mire, todo lo que necesito es una llave inglesa —dijo enérgicamente—. Présteme una. Véndamela si quiere. No importa.Si no arreglo ese coche, acabaré teniendo que hacer autostop. ¿Tengo pinta de quererhacer autostop? —Extendió los brazosal tiempo que se incorporaba, le dirigió una angustiada mirada con sus hermososojos grises y apretó los labiosrosados al darse cuenta de que el mecánico se acercaba por su espalda.

—No,señora, no la tiene. —Thiago negó con la cabeza, deslizando la mirada por su figura antes de volver su atenciónal mecánico—. ¿Hay alguna razón por laque no podamos revisarle el coche? —le preguntó al otro hombre. Sammyentrecerró los ojos.
—El taller está completo, jefe, ya se lo he dicho.
—Sólo unallave inglesa —gruñó ella entre dientes—. Sólo préstenme una maldita llaveinglesa. 
Parecía frustrada. Tenía la frentecubierta de sudor y las mejillas relucientes. Pero la expresión de surostro se relajó cuando logró controlar sus emociones.
—Escuche. —La joven había suavizado la voz, y él quedó cautivado. Allí,ante la voz de aquella dulce y hermosa sureña, Thiago Bedolla perdió el corazón—. Sólo necesito un poco de ayuda. Se lojuro. Si me deja en la estacada llegaré tarde a una entrevista de trabajo. Leprometo que no le robaré demasiado tiempo. La joven sonrió, y él sintió que el mundo se movía bajo sus pies. Aquelloslabios se curvaron dulcemente, con una mezcla de nerviosismo ,frustración ypreocupación, y se mantuvieron así. Pero le había sonreído y ese simple gesto había conseguido que Thiagovolviera a sentirse como un adolescente. 
Se levantó del escritorio yseñaló la puerta con la mano.
—Muéstreme el coche. La ayudaremos a ponerse encamino.
—Pero jefe, estamos hasta arriba —protestó Sammy.  
Thiago loignoró y observó cómo la joven se giraba y lo precedía hasta la puerta.Su mirada se demoró en el trasero femenino mientras ella caminaba y fue la más hermosa de las visiones. Lehormiguearon las manos por las ganasde tocarla. Ardía en deseos de acunar aquellas curvas y sentirlas bajolos dedos.
—Me llamo Mariana. —La joven lebrindó una sonrisa por encima del hombro—. De veras, no sabe cuánto leagradezco lo que está haciendo.- Ese acento de Georgia conseguiría que élse corriera en los vaqueros. No podría contenerse si ella seguía hablándolede esa manera. Tenía que aprovechar la oportunidad.
Le costará algo —le dijo arrastrando las palabrasmientras abría el capó del pequeño sedán deportivo.
—Siempre es así—suspiró ella—. ¿De cuánto estamos hablando? Parecíapreocupada. Definitivamente, era una mujer con una meta y estaba dispuesta a conseguirla. Tenía las uñascuidadas, el maquillaje justo para resaltar sus rasgos y los labiossuaves.

—Una cena. —Thiago sonrió ampliamenteal percibir la sorpresa en los ojos femeninos.
—¿Una cena? —La cautela sereflejó en la voz de la joven.
—Sólo una cena —le prometió él. Por ahora—.Esta noche. -
Ella le miró fijamente durante un largo momento; aquellos ojosgrises parecieron clavarse en los de él,escrutando y calentando zonas en su interior que Thiago no sabía que existieran. Y mucho menos queestuvieran frías. Al fin, curvó los labios, brindándole una encantadora y coquetasonrisa.
—¿El chico malo de Alpine me está invitando a cenar? —se mofóellatraviesamente—. Creo que me voy a desmayar.
—Me estás confundiendo conSammy. —Señaló al mecánico—. Yo sólosoy un simple mecánico y un SEAL. —Las mujeres se morían por los SEAL’s.Y él haría cualquier cosa por impresionarla.
—Thiago Bedolla, el SEAL de la feroz mirada azul y sonrisacautivadora —replicó la joven—. Sé quién eres.
—Pero yo no sé quién eres tú —adujo él sombríamente—.Y me encantaría descubrirlo. Aquella mirada de nuevo. Intensa, penetrante.
—En la cena —acordó ella al fin—, nos veremos entonces.
¡Bien!
—Reservaré mesa en Piedmont's. —Nombró el restaurante más caro del pueblo,lo que tampoco decía nada—. A las siete.
—De acuerdo, estaré allí a las siete. Pero no podréhacerlo si no me arreglas el coche. Mariana sonrió conironía para sus adentros.
 Tenía elpresentimiento de que si le contaba que sabía qué era exactamente lo que le ocurría a su coche, jamás la creería. Le dejó perder el tiempo,encontrar el manguito suelto y apretarlo. No le había mentido cuando lehabía dicho que lo único que necesitaba erauna llave inglesa. Su padre le había enseñado cómo arreglárselas con cualquiervehículo hacía mucho tiempo. Por desgracia, en aquel momento no teníauna llave inglesa a mano. Así que dejó que learreglara el coche, fingiendo que era una pobre mujer indefensa, porque leencantaba la manera en que la miraba, cómo se oscurecían aquellosferoces ojos azules que brillaban intensamente en su rostro bronceado.
—A las siete —le recordó él mientras cerraba el capó y la miraba con intensidad—.Te estaré esperando.
—Allí estaré —le prometió. No había manera de que ella no acudiera ala cita. Lo había visto con frecuencia en elpueblo, incluso había tenido fantasías con él un par de veces. El ardiente SEAL. El niño malo de Alpine. Todaslas chicas de la facultad iban trasél. Pero, tal y como decidió Mariana en ese momento, Thiago iba a sersuyo.


Dos años después

—Oh, Dios, Lali, ¿qué has hecho? -Lajoven dio un respingo y se giró hacia su esposo, que se dirigía furioso al lugar donde su coche había impactado conla parte trasera del todoterreno. 
Fascinada, observó sus feroces ojos azules, sus rasgospálidos, el cuerpo duro y moreno, el pecho húmedo desudor, las briznas de la hierba que había estado cortando pegadas a los vaqueros..
.—Es sólo una pequeña abolladura, Thiago. Te lo prometo. —Tenía el corazónen la garganta. No por miedo. El jamás le haría daño. Pero su furia eratemible.—Una pequeña abolladura.
 La agarró por los hombros, la apartóaun lado y bajó la mirada hacia elguardabarros abollado que se había hundido en el parachoques de su todo terreno.Había sido un accidente. Y, en realidad,había ocurrido por culpa de Thiago. Si no hubiera estado cortando el césped sinllevar nada más que las botas yaquellos vaqueros que le ceñían el trasero, jamás habría ocurrido.
—Has chocado contra mi coche. —El orgullo y la indignaciónrezumaban en su voz—. Es mi todoterreno, Lali.
Sí. Lo era. Estaba muy orgulloso del potente cuatro por cuatro negro. Lo mimaba más que cualquier mujer a su hijo. Lalise hubiera sentido celosa si no fuera porque no había manera de que él pudierameter el vehículo en casa.—Lo siento mucho, Thiago. —Su voz se volvióronca al alzar la mirada hacia él, mordiéndose los labios con nerviosismomientras se preguntaba cuánto tardaría en enfurecerse. En cuanto lo hiciera, setransformaría en un hombre sombrío y parco en palabras. La fulminaría con la mirada.Se dedicaría a ver partidos de béisbol. Se acostaría tarde. Muy tarde. Mucho después de que ella se hubiera ido a dormir.No hablaría con ella hasta la mañana siguiente. Lo cual era,sencillamente, injusto.
—Thiago, por favor, no te enfades conmigo.

—¿Cómo es posible que hayas chocado contra mi todoterreno?¿Cómo?Si estaba aparcado aquí mismo. A plena vista, Mariana. —Se estaba enfadando. Sólodecía su nombre completo o sus apellidos cuando estaba o muy enfadado o muyexcitado. Y no estaba excitado. Aquello no era una buena señal. Lali podíavivir con eso durante unos días, pero no le apetecía. Dio un fuerte pisotón enel suelo y lo miró furiosa.
—Si no fuera por tu culpa, jamás habría chocado.
—¿Por mi culpa? –Thiago  retrocedió un paso, negandoviolentamente con la cabeza—. ¿Cómo puede ser esto culpa mía?
—Porque estabas cortando la hierba sin camisa, vestido sólo con esos provocativosvaqueros y las botas, y en cuanto vi ese culo prieto me puse caliente. Has sidotú quien me ha distraído, así que la culpa es tuya. Si te hubieras vestido demanera decente esto no habría ocurrido, Thiago-

...El la besó. No fue un beso tierno o gentil, sino áspero, rudo y lleno delujuria. La estrechó con fuerza contra su cuerpo ypresionó su miembro contra el abdomen femenino, haciéndola jadear de placer.
—Te mereces unos buenos azotes. —La tomó en brazos yatravesó con ella el patio, dejando abierta la puerta del cochede la joven y alejándose del todoterreno abollado—. Debería zurrarte, Sabella. Ver cómo eseprecioso trasero que tienes se pone completamente rojo. -Entró y cerró la puerta de un golpe antes dedirigirse hacia las escaleras.
—Oh, zúrrame, Thiago —le susurró la joven provocativamente al oído—. Hazque suplique.-
 Else estremeció contra ella, la arrojó sobre la cama y se dispuso a hacerque le pedía.


Una semana después…



Olaaaa!! como estamos? espero que perfectas jajaj bueno queria informaros que soy una chica que esta subiendo una novela propia en el foro ficsdeca que se llama no soy quien crees, y hace un tiempo que lei este libro que me encanta realmente y bueno intente publicarlo alli pero el caso esque no me dejan subir adaptaciones, entonces decidi crearme el blog para subirla y aqui estoy jajaaj y nada mas que espero que leais y que os guste!
espero vuestas opiniones!

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