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jueves, 25 de octubre de 2012

CAPÍTULO 26

La joven se estremeció al escuchar aquello. Con los ojos cerrados y la cara enterrada en su torso, a Lali no le preocupaba que nadie viera el dolor que se reflejaba en su rostro, en sus ojos. El la ocultaba y la protegía. 
—No hay nada que echar de menos —respondió finalmente, obligándose a recordar que él iba a dejarla, que se alejaría de ella de nuevo. Peter le acarició la cabeza con la barbilla. 
—Te deseo, Lali. Quiero volver a esa enorme cama contigo. Quiero sentirte húmeda y caliente bajo mi cuerpo. 
—¿Por cuánto tiempo? —Ella sacudió la cabeza contra su pecho—¿Cuánto tiempo, Peter? ¿Una noche? ¿Dos? ¿Una semana? ¿Qué quieres de mí? ¿Qué te hace pensar que puedes entrar en mi vida como si nada, dormir en mi cama, y luego marcharte al atardecer sin mirar atrás?
 Peter podía percibir claramente el dolor en sus palabras, y se sentía desgarrado por los celos ante el recuerdo del hombre que había sido para ella y el hombre que era ahora. Lali  no se merecía al hombre en que se había convertido. Ella se merecía un hombre que no se pasara las noches luchando contra los restos de una condenada droga que le hacía perder el sentido, cuando el deseo y la lujuria se apoderaban de su cuerpo hasta tal punto que le aterraba estar cerca de cualquier mujer. En especial de Lali. Pero no podía decírselo. No podía hablarle sobre el animal que moraba dentro de él. No podía contarle su acuerdo con el cuerpo de Operaciones Especiales, sin olvidar que, después de que le rescataran del infierno, se había negado a que ella supiera que su marido aún estaba vivo. La verdad la destruiría igual que lo haría, finalmente, la mentira. Pero al menos, con esas mentiras, Lali tendría los recuerdos de su marido y de lo que ella había significado para él. 
—Hay muchas cosas que no sabes —suspiró al cabo de unos segundos contra la graciosa forma de la oreja de la joven—. Por qué estoy aquí. Y qué tengo que hacer. 
—Entonces, cuéntamelo, Peter. —Lali levantó la cabeza y lo miró con sus suaves ojos grises llenos de cólera y necesidad—. No soy una niña. No soy ninguna estúpida mujercita que no pueda comprender ni aceptar las realidades de la vida. 
Peter le sostuvo la mirada sintiendo el salvaje y feroz latido del deseo crepitando entre ellos y percibiendo la necesidad de conocer las respuestas brillando en los ojos de Lali. 
—Ya conozco una parte —dijo ella con suavidad—. ¿Puedes acostarte conmigo, torturarme con todo lo que no puedo tener, y no decirme la verdad? 

Eso sólo era una parte, y él lo sabía. Pero había otras partes, como lo que sucedería al día siguiente, que Lali tenía que conocer. Cuando la operación comenzara, se desarrollaría con rapidez. Necesitaba saber que ella estaba a salvo, tenía que saber que estaba segura. Por él y por su cordura. 
—Ven conmigo en la moto —la invitó, sabiendo que esa noche tendría que decirle sólo verdades a medias. Quién era y lo que había sido, tendría que seguir siendo un secreto para siempre. 
—Llevo pantalones cortos. 
El negó con la cabeza. 
—Tendré cuidado. —Dio un paso atrás cuando la música se detuvo—. Vamos a la moto. 
Lali le cogió de la mano con el corazón latiéndole pesadamente en el pecho y con la esperanza creciendo en su interior, aunque una parte de ella sabía y aceptaba que Peter no le diría quién era en realidad. Pero no por ello dejaba de esperarlo.

Fue consciente de los ojos que los observaban mientras dejaban el local. Rory y Toby se pusieron en pie cuando pasaron ante ellos, y Lali tardó un segundo en dirigirle a su cuñado una mirada entornada. Llegaría un día en que iba a tener que hablar con él. A fondo. Y ese día no estaba muy lejos. No se enfrentaría a él ahora, pero sí lo haría cuando Peter se fuera, porque necesitaba entender. Tema que saber qué le había sucedido a su marido, por qué no había regresado con ella. Incluso más; tema que saber que no la iba a volver a dejar. No importaba si Peter tema cosas que solventar ni si su intención era reclamarla de nuevo. Una vez fuera, Peter se quitó la cazadora y la ayudó a ponérsela. 
—Te avisó Rory, ¿verdad? —le preguntó Lali mientras la sujetaba para que subiera a la parte trasera de la Harley antes de montarse él mismo a horcajadas. 
—Así es. —Ahora tema la voz más dura. Más fría—-. ¿Qué te parece si damos una vuelta por el parque del pueblo? 
Ella asintió lentamente. 
—De acuerdo.
 La Harley volvió a la vida. El motor vibró con renovada fuerza antes de que Peter levantara el apoyo, acelerara y saliera del aparcamiento. El aire del verano alborotó el pelo de Lali. La sensación de libertad hizo que esbozara una sonrisa al tiempo que rodeaba la estrecha cintura de Peter con los brazos y se apoyaba en él mientras se dirigían al pequeño parque.
 Medina Park era pequeño, pero muy hermoso. Peter se dirigió al aparcamiento desierto y la ayudó a bajar de la moto. Sosteniéndole la mano, la guió por un estrecho camino hasta una zona protegida para picnics. Había una única mesa en el centro al lado de un horno de hierro para barbacoas. Lali se metió las manos en los bolsillos de la cazadora y se sentó a horcajadas en el banco de madera de la mesa.
 —¿Por qué aquí? 
—No hay nadie que pueda oírnos —respondió él, suspirando—. Y si lo hubiera, lo sabría. 
Sin embargo, movió la cabeza como si estuviera escrutando las sombras. 
—¿Acaso puedes ver en la oscuridad? —Thiago siempre había tenido una vista de águila, incluso en la oscuridad. 
—Sabes que estoy aquí por una razón, Lali —dijo él finalmente, sentándose tras la joven y rodeándola con sus poderosas piernas. La abrazó e hizo que se recostara contra su pecho—. ¿Has oído hablar de los cuerpos que han encontrado en el parque nacional? —inquirió. Lali asintió con cautela. —El año pasado encontraron a algunos inmigrantes, tanto legales como ilegales, y a tres agentes de FBI, víctimas de cacerías humanas —continuó Peter—. Estoy intentando descubrir quiénes lo hicieron, conseguir pruebas, y entregárselas a los agentes federales que trabajan en el caso.
 —¿No eres un agente? —Algo en el interior de Lali se tensó formando un nudo de dolor. 
—No, soy independiente. Trabajo por contrato —le explicó, rozándole los labios contra la oreja—. Esos bastardos no sólo actúan aquí, Lali. El grupo se ha extendido más allá de este pequeño condado y sigue creciendo. Se ha convertido en una amenaza para la seguridad nacional. No sé cuál será mi siguiente destino. 
Ella asintió suavemente. 
—¿Así que no te quedarás? 
Lali temblaba por dentro. No podía comprender cómo lograba aparentar calma y tranquilidad. Lo sintió tensarse a sus espaldas mientras la pregunta quedaba en suspenso entre ellos, llenando el aire caliente de tensión y pesar.
-Eres lo mejor que me ha ocurrido nunca —susurró él al cabo de unos segundos—. Abrazarte, tocarte, es lo mejor que me ha pasado en la vida. Pero las cosas son así, cariño. Nunca he querido hacerte daño. 
Lali sintió caer la primera lágrima y se aseguró de que fuera la última. Sin embargo, podía sentir el dolor en su interior. La desgarraba cruelmente, le rompía el corazón mientras contenía los sollozos que amenazaban con ahogarla. Le temblaron los labios, pero los contuvo. No supo cómo, pero lo hizo. —Quiero que estés a salvo —siguió él—. Te quiero fuera de aquí, lejos de los bares y del pueblo. Allí donde pueda vigilarte, donde pueda protegerte en caso de que alguien sospeche por qué estoy aquí o lo que estoy haciendo. 
—Entonces, ¿va a ocurrir algo? 
—Podría ocurrir algo en cualquier momento —asintió él—. Hemos acelerado las cosas y estoy seguro de que es inminente. Una vez que estalle el infierno, no habrá vuelta atrás y no quiero que te salpiquen las consecuencias. 
Lali asintió con la cabeza quedándose muy quieta y cerró los ojos con fuerza cuando los labios de Peter le dieron un beso lento y suave en el cuello desnudo. ¿Cómo era posible que no hubiera reconocido esos labios la primera vez que la habían besado, cuando el primer destello de placer había estallado en su vientre? Sólo su esposo, el hombre al que ella había entregado su alma podía hacer que se sintiera así. Antes de poder evitarlo, Lali ladeó la cabeza invitándolo a que repitiera el beso. Que Dios la ayudara, iba a volver a dejarla. Debería estar gritando, pataleando. Debería estar llorando. Pero la esperanza seguía viva en su destrozado corazón. Él le había contado mucho. La había preparado para lo que podría ocurrir. Pero no tema por qué alejarse de ella otra vez. No su Peter. No el hombre cuyas manos la estrechaban ahora, cuyo aliento se volvía pesado, cuyo deseo ardía sobre ella. Su Peter jamás volvería a alejarse de su vida de esa manera. No a propósito. No su marido.

-¿A quién estás persiguiendo, Peter? 
Lali le hizo la pregunta que él esperaba que no le hiciera. 
—Lo que importa es que tú estés segura. —Le deslizó los labios suavemente por la barbilla—. Y yo me aseguraré de ello. 
—El conocimiento es poder. —La joven inclinó la cabeza a un lado, permitiendo que los labios y la lengua de Peter le acariciaran un punto especialmente sensible en la base del cuello. 
—No en este caso. —El le mordisqueó el cuello—. En este caso, para ti, el desconocimiento es tu mejor arma. Y prefiero que siga siendo así, Lali. 
La sintió relajarse entonces, como si él le hubiera dado algo que ella necesitaba. ¿Qué había podido darle además de la seguridad de que la protegería, de que la quería a salvo? Dios sabía que la quería a salvo. Podría vivir sin sexo. Podría vivir sin que Lali formara parte de su vida. Pero no podría vivir si a ella le ocurría algo. Su corazón dejaría de latir. Cualquier vestigio de vida abandonaría su cuerpo. Lo había sabido desde antes de casarse con ella. La noche que había comprendido que su corazón pertenecía a aquella mujer menuda, Thiago había sabido que renunciaría al estilo de vida despreocupado que había disfrutado durante tanto tiempo y que se casaría con ella. Y ahora, dejarla otra vez le desgarraba el alma. Lo partía en tantos pedazos que estaba seguro que no quedaría nada del hombre que era esa noche. 
—He echado de menos dormir contigo. —Le quitó la cazadora y la dejó a un lado antes de acariciarle los hombros desnudos y los brazos. Las manos de Peter  rozaron el brazalete de plata que él le había regalado. Maldición, le quedaba bien. Como si fuera una feroz princesa engalanada para una batalla sensual. 
—Esto no resuelve nada —musitó Lali con voz débil, llena de dolor y deseo. Ese rastro de pesar en su voz rasgó el corazón de Peter. Algo se quebró en su pecho y tuvo que enterrar la cara en el cuello de Lali para tratar de contener el devastador dolor que le invadía. Pero no podía dejar de tocarla. No podía evitar estrecharla entre sus brazos. Era como una adicción, un deseo que no podía controlar. Necesitaba aquello, la necesitaba a ella. Cuando llegara la hora de marcharse, quería llevarse consigo tantos recuerdos como fuera posible. Los suficientes para ayudarle a sobrevivir a la pérdida, a las noches solitarias que sabía que le esperaban.
 —Te mereces mucho más —murmuró él, desrizándole las manos bajo la blusa y acariciándole la piel sedosa de los senos—. Un hombre completo. Eso es lo que mereces, Lali. Y yo ya no lo soy. Hace mucho tiempo que dejé de serlo. 
La joven contuvo el aliento y él supo que fue un sollozo lo que hizo que se estremeciera de pies a cabeza. —Mi Lali. —Hizo que se diese la vuelta, le colocó las piernas sobre sus muslos y la acunó entre sus brazos—. No voy a mentirte. No puedo hacerlo. No voy a decirte que voy a quedarme ni que vamos a hacer realidad nuestros sueños. —Le enjugó las lágrimas—. No podemos hacernos eso. No soy tu marido, Lali. Y los dos sabemos que nadie más va a ocupar el lugar que él tenía en tu corazón. 
La presionaba, tenía que presionarla. Ella tenía que comprender lo que podía ocurrir. Tenía que afrontarlo. Los ojos de la joven llamearon y Peter le agarró la mano que iba directa a su cara. La miró y vio que la cólera inundaba el rostro femenino. 
—Lali, ¿has intentado darme una bofetada? —le preguntó arrastrando las palabras.

Había sido una de las normas de su matrimonio. Ella podía arrojarle lo que quisiera a la cara, podía gritarle, maldecirle, llamarle sucio hijo de perra, pero no podía intentar golpearle. Ni sorprenderle. Ni correr hacia él, ni intentar asustarle. Thiago poseía unos reflejos muy agudos y el instinto de supervivencia estaba demasiado arraigado en él para que ella pudiera hacerle nada. No la lastimaría a propósito, pero podía dañarla por instinto rodeándole la garganta con las manos o tirándola al suelo antes de saber qué estaba haciendo. 
—¡Tienes suerte de que no intente pegarte un tiro! —Se levantó de su regazo y tropezó con el banco de tal forma que se habría caído si él no la hubiera sujetado. Peter la miró sorprendido. Un segundo antes Lali era dulce y suave en sus brazos y ahora lo rechazaba como una gata salvaje. 
—¿A dónde diablos vas? —Agarró la cazadora y la siguió mientras ella se dirigía con paso airado, casi corriendo, al aparcamiento—. Maldita sea, Lali. —¡Vete al infierno! 
—Ya he estado allí, gracias —replicó él—. Y créeme, prefiero no regresar. 
—Entonces vete a donde demonios quiera que vayas cuando te desapareces por la tarde. —Agitó la mano delante de él.
 Tanto la expresión de Lali como la tensión de su cuerpo denotaban su furia
—. Te lo dije la otra noche, Peter. Ya he tenido suficiente. 
—Puede que yo no —masculló él. Peter no había tenido bastante de sus dulces caricias ni, sin duda alguna, de su risa, de sus besos ni de su presencia a su lado. 
—Bien, pues es una pena. Porque a mí no me gustan tus reglas ni que juegues conmigo.

18 comentarios:

  1. Furiosa con razón ,mira la d vueltas k da Peter ,para después largarse con sus recuerdos.Ya bastante lo pasó mal ella durante seis años.¡¡¡k pretende!!!, k vuelva a sufrir x los restos.

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  2. muy buena ojala y puedas poner mas

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  3. no me gusta q la trate asi a lali
    ella no se merece lo q le esta haciendo peter
    quiero mas
    besossss

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  4. Quiero pegarle yo a peter, que le diga la verdad, pobre Lali
    @masi_ruth

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  5. MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS

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  7. Lali tiene razon en estar totalmnete furiosa por lo que Peter no le dice..aunqe sea para protegerla

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  8. Ya no vas a subir más??? Estás enferma? Ocupada? Estás bien? Solo qería decirte qe te extrañamos....Vuelveeeeeeeeeeeee

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  9. volveeeeeeeeeeeeeeeee.. donde estaaaaas ? mas novelitaa

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  10. no la dejessssssssss...vuelvee

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  11. no abandones la nove esta buena.............

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  12. si no la abandones, me gusta demasiadoo

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  13. Sube más nove please aparece
    @Masi_ruth

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