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jueves, 29 de noviembre de 2012

Capítulo 27


Cuando llegó al aparcamiento, se giró hacia él y Peter se detuvo en seco.
Si no había visto determinación en los ojos de Lali la otra noche, ahora sí la veía. Dolor desnudo, ira y seguridad en sí misma.
De nuevo volvió a preguntarse dónde demonios estaba la mujer con la que se había casado. Esa no era su pequeña indefensa, pero maldición, le excitaba más de lo que nunca lo había hecho.
—No estoy jugando contigo. —Peter puso las manos en las caderas y la fulminó con la mirada—. Maldita sea, Lali, estoy intentando ser honesto. No quiero hacerte daño.
Ella permaneció bajo las farolas del aparcamiento con el pelo cayéndole sobre la cara y los hombros .Tenía una mano apoyada en la cadera y la otra colgando al costado.
—No quiero tu honradez —le espetó con desprecio—. Quédatela.
Se dio la vuelta y echó a andar.
—¿A dónde diablos vas? —La alcanzó en un par de zancadas, la agarró del brazo y tiró de ella para detenerla—. ¿De regreso a ese maldito bar para que los vaqueros pueda olisquearte como lobos en celo? Ni hablar.
—Oh Dios mío, ¿el señor nada-de-compromisos está celoso? —El tono sarcástico en la voz de Lali le estaba sacando de quicio. Podía sentirlo. Como si la temperatura aumentara en su interior llenándolo de lujuria, de un oscuro y voraz deseo de dominarla—. Tienes razón. No eres mi marido. Mi marido tenía el buen juicio de no decirme qué era lo que podía o no hacer.
Ella nunca se había enfrentado a él de esa manera durante su matrimonio. Sarcástica y desafiante. La joven se había contenido ocultándole su verdadera identidad. El amor que surgió en el interior de Peter al comprender que ahora estaba frente a la verdadera Lali amenazó con ahogarle. Sintió un inmenso orgullo y, maldita sea, también miedo.
Ya no era el hombre que ella había amado seis años antes. El hombre que le susurraba nanas irlandesas y que musitaba «para siempre» en gaélico porque sabía que escucharlo hacía que la joven se estremeciera de placer.
Ahora era un hombre herido, lleno de cicatrices. Había cambiado, y admitirlo ante ella podía matarlo. Su esposa quería respuestas. Exigía respuestas. Y cuando descubriera que cuatro años antes él se había negado a volver con ella, le odiaría. Le odiaría porque se daría cuenta de que él había pensado que ella era débil. Débil e incapaz de manejar al monstruo que había sido entonces. Y aquello destruiría el orgullo de Lali.
Peter había tejido una red tan enmarañada que ahora no sabía cómo salir de ella.
—¿Qué quieres de mí? —gritó la joven, provocándole un estremecimiento al ver que sus mejillas estaban llenas de lágrimas.
—¡No te atrevas a llorar! —le espetó—. No uses las lágrimas contra mí, Lali.
No podía soportar sus lágrimas. Eran lágrimas silenciosas. Jamás la había visto llorar.
Lali negó con la cabeza y se pasó la mano por el pelo. Se dio la vuelta y empezó a andar.
A Peter le llevó unos segundos comprender exactamente qué era lo que ella pretendía. Estaba caminando. Pasando de largo la moto y alejándose de él.
—Lali, no. —Acortó la distancia que los separaba, la agarró del brazo y se colocó frente a ella—. Tenemos que hablar de esto.
—No hay nada de qué hablar —respondió la joven—. No puedes llegar a cualquier pueblo, encontrar una chica a la que follarte durante unas pocas semanas y luego largarte. —Liberó el brazo de un tirón—. Dios, Peter. Me rompes el corazón y ni siquiera te importa.
—¿Cómo puedo romper algo que pertenece a otro hombre? —gritó él con celosa frustración—. En esa maldita casa hay fotos de Thiago por todas partes. Aún tienes su ropa en el armario del dormitorio que compartiste con él. Y mira esto. —Le levantó la mano, mostrando la alianza de oro que brillaba bajo las farolas, con el corazón roto porque la llevaba en la mano derecha y no en la izquierda—. Mira ese anillo, Lali. Todavía llevas su anillo.
Su propio anillo, el que ella le había deslizado en el dedo, le ardía contra el muslo. Peter lo llevaba siempre con él, metido dentro del bolsillo, formando parte de su ser.
Lali  lloraba ahora desconsoladamente. La respiración se le entrecortaba por los sollozos y sus ojos grises estaban húmedos y brillantes como diamantes por el dolor, resquebrajando el alma de Peter.
La joven abrió los labios, levantó la mano como si fuera a decir algo y, de pronto, resonó el eco de unas sirenas.
Lali se dio la vuelta justo a tiempo para ver que el todoterreno del sheriff se detenía en medio del camino y que Rick Grayson se apeaba de él. Le dirigió una mirada a la joven y después clavó los ojos con dureza en Noah.
—Entra en el coche, Lali. —Rick le señaló con la cabeza el asiento del pasajero.
—Lali, no lo hagas. —Peter permaneció inmóvil aunque todos sus instintos le gritaban que no la dejara ir con el sheriff. Rick no era sospechoso, pero Lali seguía siendo su esposa. Era suya y se iría con él—. Por favor. —La miró fijamente, deseando que recordara el peligro.
La joven paseó la mirada entre ambos hombres y Peter percibió un brillo de duda en sus ojos.
Rick permaneció en silencio, observándolos con el ceño fruncido y una mano apoyada en la culata de su arma.
—Deja que yo te lleve a casa —dijo entonces Peter—. Sólo te llevaré a casa. Te lo juro.
A Lali se le escapó un sollozo.
—Me estás matando.
—Lo sé, pequeña. —Por supuesto que lo sabía. Lali ni siquiera imaginaba que aquello también lo estaba matando a él.
La joven asintió con la cabeza y luego se dirigió a la Harley. Peter volvió a mirar al sheriff con atención, viendo el interés y la preocupación que mostraba por Lali mientras la seguía con la mirada.
Rick se giró entonces hacia Peter guardando silencio un buen rato. Finalmente, soltó la culata de su arma y apoyó los antebrazos sobre la puerta abierta del vehículo.

Había algo en la mirada del sheriff. Algo que despertó la sospecha de Peter y que lo hizo tensarse.
—¿Sabe? —dijo Grayson por fin—. He visto a muchos perdedores de paso por el pueblo.
—¿De veras? —masculló Peter como si la opinión del sheriff no le importara en absoluto.
—De veras. —Rick inclinó la cabeza—. Pero déjeme decirle que sin duda usted es el mayor de todos los perdedores que he conocido hasta la fecha. Y por alguna razón, pensaba que sería diferente.
—No necesito su opinión —gruñó Peter Echó un vistazo por encima de su hombro y vio que Lali se estaba enjugando las mejillas con la mirada perdida en el parque.
—Necesita que alguien le meta una bala en un sitio especialmente doloroso —le espetó Rick, sacudiendo la cabeza—. No se meta en líos, señor Lanzani. O de lo contrario, vamos a tener una conversación muy seria.
Peter arqueó las cejas antes de darle la espalda al sheriff y acercarse al lugar donde Lali esperaba junto a la Harley.
Le puso la cazadora y le levantó la barbilla observando sus ojos llenos de lágrimas. Le acunó el rostro entre las manos y le pasó los pulgares por los labios temblorosos.
—Una noche más, Lali —murmuró, tan duro, tan desesperado por ella que se preguntó si podría sobrevivir—. Danos una noche más.
La joven le sostuvo la mirada. La cólera, el dolor y el miedo se mezclaban en su interior junto con el deseo. Un deseo tan voraz que no pudo entender cómo había podido vivir sin él durante seis años.
—¡Eres un bastardo! —sollozó.
—El peor de los bastardos —murmuró él, besándole los labios y las lágrimas.
Lali respiró hondo y levantó las manos para agarrar las muñecas de Peter mientras sus sensibles labios recibían su beso, deseando más. Mucho más.
—Llévame a casa, Peter—susurró—. Por favor, llévame a casa.
No iba a llorar más.
Se agarró a Peter durante todo el trayecto y se permitió apoyar la cabeza contra su espalda para sentir el latido del corazón masculino contra la mejilla. Y, sin que pudiera evitarlo, su mente se centró en el futuro. En el futuro cercano y en el futuro lejano.
Levantó la cabeza cuando se detuvieron delante de la casa y esperó a que Peter la ayudara a desmontar de la Harley antes de hacerlo él mismo.
—¿Dónde tienes la llave?
«Su marido».
Peter siempre se había asegurado de comprobar su pequeño apartamento cada vez que la acompañaba a casa. Después, cuando se casaron, se convirtió en una costumbre. Siempre había sido muy protector con ella.
Le dio la llave y observó cómo él abría la puerta y entraba con cautela en la casa antes de devolvérsela. Ella también entró y esperó en la salita mientras Peter inspeccionaba las habitaciones.
Se envolvió aún más en la cazadora de Peter, aspirando su olor, y volvió a prometerse a sí misma que no habría más lágrimas.
¿Se manteniéndose firme en su cólera o le daría una noche más? ¿Cuántas noches más podría robarle antes de que se fuera? Porque la próxima vez que la dejara... Lali echó una mirada alrededor. La próxima vez que se fuera, ella sabía exactamente lo que iba a hacer.
Era la única manera de sobrevivir.
Lali siguió sin moverse de la salita, con la mirada clavada en la repisa de la chimenea, en las fotos. Su foto de bodas. Sus caras sonrientes, los feroces ojos azules dominando el retrato. La piel oscura de Thiago contra la suya más clara, y la expresión tranquila y confiada.
Se acercó a esa foto en concreto sin dejar de dar vueltas a la alianza que llevaba en el dedo anular de la mano izquierda. No era viuda. Seguía estando casada. Siempre sería la esposa de Peter sin importar el nombre que usara. ¿No era patético? No era de extrañar que él no hubiera querido volver a casa. Había tenido una esposa que no suponía ningún reto. Una esposa que sólo sabía amarle.
 
Peter entró en el dormitorio, comprobó los armarios que aún contenían sus ropas y el enorme cuarto de baño que Lali y él habían diseñado.
Cuando regresó al dormitorio se detuvo frente a la mesilla y se quedó mirando la fotografía de ellos dos juntos.
Sienna les había sacado esa foto poco después de su boda. En ella, él acariciaba la mejilla de Lali y la ancha alianza de oro brillaba en su dedo.
Metió la mano en el bolsillo de los vaqueros, sacó el anillo y lo hizo rodar entre sus dedos mirándolo fijamente. Ya no era nuevo, pero todavía era brillante y cálido al tacto.
Lo sostuvo durante unos segundos y luego se lo puso en el dedo. Cerró el puño con una mueca furiosa retorciendo sus labios y contuvo a duras penas la imperiosa necesidad de contarle todo a Lali. De poseerla. De ser el hombre por el que ella lloraba. El hombre que amaba. Pero el hombre que había surgido de los fuegos del infierno era muy distinto a Thiago. Y la vida que llevaba ahora, después de incorporarse a la unidad de Operaciones Especiales, no era la vida que la joven querría vivir. Una vida a la que él no podía renunciar. Thiago sí podría haber dejado los SEAL’s, pero si Peter intentaba dejar la unidad de Operaciones Especiales, sencillamente desaparecería y jamás volvería a saberse de él.
Era una vida de mentiras. Siempre escondiéndose. Maldición, ¿cómo había podido creer ni por un momento que podría quedarse con Lali y engañarla durante el resto de su vida? Había pensado que podría hacerlo; pero con su alianza en el dedo, se preguntó si no se habría equivocado. Intentó imaginar algo distinto y no pudo. Todavía era el hombre en el que se había convertido. Y aunque Lali fuera una mujer diferente a la que él recordaba, jamás aceptaría a la bestia que habitaba en su interior.
Era testaruda y decidida. Pensaba que sabía lo que él era, quién era, pero estaba equivocaba.
Se quitó el anillo del dedo, lo miró durante un buen rato y luego volvió a meterlo en el bolsillo de los vaqueros. Era su talismán. Su amuleto. Un recordatorio real de lo que podría haber sido.

12 comentarios:

  1. maaaas! q intriigaa puues

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  2. VOLVISTEEEEEEEEEEEEEEEEEEE !!! QUE FELICIDAD!

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  3. Peter cree que ella no sabe quien es él, ha visto el cambio de Lali y aun asi sigue creyendo que Lali es tonta para no darse cuenta de que el es su marido.

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  4. Me dejó intrigada lo que menciona Lali que ya tenía decididó que haría la próxima vez que la abandonará! Si esto pasa y Lali toma una decisión impulsiva, espero que no le afecte en el futuro

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  5. Gracias por volver, Te extrañabamoooooooooooooosss!!!

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  6. NOVEEEEEEEE

    ¿Qué pasará? Le dará la noche más o el simplemente se irá?

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  7. Peter es un total negadooor!

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  8. Mierda si yo fuera Lali le digo que se la verdad y Peter es un idiota.
    @Masi_ruth

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  9. Tan inteligente para pertenecer a los SEAL´s ,y a la unidad de fuerzas especiales ,y tan tonto como para no darse cuenta, k él antes como Thiago, y ahora siendo como es Peter,se ganó el corazón d LAli ,y ella no le pone impedimentos,en vez d sentirse halagado k ella esté enamorada.Tiene celos d sí mismo, y no es capaz d contarle a LAli la verdad ,y k ella decida.¡Está siendo muy cobarde!.

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