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viernes, 19 de octubre de 2012

Capítulo 25

Y ahora ella ya lo sabía. Tendría que irse. No quería ningún tipo de compromiso. Negó con la cabeza, cogió el teléfono y llamó a un taxi. Esa noche no quería conducir. Quería disfrutar de aquella velada a la que Sienna la obligaba a ir. Quería olvidarse de todo, reírse con sus amigas, volver a ser de nuevo la mujer que fue antes de casarse. Había pasado mucho tiempo desde que se había sentido así, simplemente una mujer. Demasiados años desde que se había sentido... libre. Y esa sensación de libertad hería. Dolía como el infierno. Se metió una tarjeta de crédito y las llaves de casa en el bolsillo trasero de los vaqueros y salió al porche delantero para esperar el taxi. Lali sabía que estaba demasiado ebria para salir de casa. Demasiado dolida. Debería enfrentarse a Peter con todo lo que sabía, gritarle y exigirle la verdad, pero el orgullo se lo impedía. No quería que se quedara sólo porque su mujer le recordara que estaba casado. Cuando el taxi se detuvo en el camino de entrada, observó que Rory salía de la tienda de suministros y miraba en su dirección.
—Detente delante del taller —le dijo a Art Strickman, el joven que conducía el taxi. Su padre poseía tres, y eran un lucrativo negocio. En especial la noche de los viernes. 
—Sí, señora Bedolla. —El joven le dirigió una sonrisa antes de girar y conducir hasta la puerta de la tienda de suministros. Su cuñado la estaba esperando.
 —¿A dónde demonios vas? -Rory le echó una mirada y se quedó boquiabierto. Dios santo, Peter iba a cabrearse. Esa era la Lali que había conocido una vez. La mujer que permanecía delante de él mirándolo como una condenada diosa. Con el pelo alborotado alrededor de la cara, la mirada nublada bajo la tenue luz, las piernas interminables y las uñas pintadas de color rojo cereza. 
—Es la noche de las chicas. —Lali arqueó las cejas—. Regresaré tarde, así que asegúrate de cerrar bien y encárgate de llevar la recaudación al banco. Hasta mañana. 
—Demonios... hum, Lali. —Tragó saliva—. Espera un poco. Iré contigo. Estaré listo en una hora. 
—Es la noche de las chicas, Rory. —Le palmeó la mejilla con una sonrisa burlona—. Sienna y fura Richards cuidarán de mí. Acabo de beberme una botella de Thiago de vino francés de mil ochocientos y pico, y estoy dispuesta a divertirme. Podrás sobrevivir sin mí. 
Mierda. Mierda. Rory se pasó la mano por el pelo y miró a su alrededor mientras escuchaba que la puerta de la oficina se abría a sus espaldas.
 —Señora Bedolla... está impresionante —balbuceó Toby—. ¿Va a salir esta noche?
 —¿A que es un encanto? —Lali hizo un mohín—. Es la noche de las chicas, Toby. No vuelvas a casa andando, ¿me lo prometes? 
—Puede apostarlo —se rió Toby—. Dígame a dónde va. Podríamos quedar luego. 
Lali le dirigió una mirada penetrante.
 —¿Tengo cara de necesitar una niñera? —Deslizó la mano por su cuerpo hasta apoyarla en la cadera con sensual arrogancia. Su cuñado y Toby casi babearon. Rory estaba seguro de que Peter estallaría como una bomba nuclear cuando la viera, así que se aseguraría de que supiera que su esposa se paseaba por el pueblo como una diosa del sexo visitando antros de placer.

No era que Lali pareciera una cualquiera. Al contrario. Sencillamente estaba espectacular. Demasiado espectacular. Estaba realmente preciosa cuando se vestía como la mujer que era, y era demasiado inocente para saber que era una locura dejar que los vaqueros que salían en jauría los viernes por la noche le echaran un vistazo. Era una mujer dolida y cabreada. 
—No señora. —Toby fue el primero en hablar—. Sólo quiero estar cerca para ver los fuegos artificiales de después. 
Rory le dirigió a Toby una mirada de advertencia. Una que el joven ignoró. 
—¿Qué fuegos artificiales? 
—Los que va a haber en Alpine cuando el señor Lanzani la encuentre —dijo Toby, riéndose—. Habrá pelea este viernes por la noche. 
—Sí, ya... El señor no-quiero-compromisos Lanzani. No te preocupes. Tengo el presentimiento de que a él no le importará en absoluto. 
Y lo creía de verdad. Rory lo vio en su cara, en sus ojos. Lali creía en el fondo de su corazón que a Peter no le importaba nada. Demonios. Alguien iba a terminar herido esa noche, y sólo rezaba para que no fuera Lali. Ni Peter. Ni, Dios lo quisiera, él mismo. Con la suerte que tenía, Peter le arrancaría la cabeza sólo por haberla dejado marchar. Pero no tenía otra opción. Observó cómo el taxi se alejaba y respiró hondo. 
—¿Cuántos años tienes, Toby? 
—Diecinueve. Pero tengo amigos —respondió el muchacho—. Puedo entrar en cualquier local del pueblo. 
Rory le dirigió una mirada crítica a Toby. Bueno, podrían echarle unos veintiuno, que era la edad exigida para entrar en los locales nocturnos. 
—Estamos jodidos. ¡Peter nos matará a los dos! —rugió. —Olvídate de eso y céntrate en el problema. No puedes dejarla ir sola cuando está en peligro. Y no soy estúpido. Os he observado a Peter y a ti lo suficiente para saber que, definitivamente, corre peligro —le espetó Toby—. Tenemos que seguirla. Llama a Peter. Las cosas acabarán por ponerse feas. Es viernes, Rory. ¿Sabes cuántos hombres se le van a insinuar? Es como soltar una ovejita en medio de una manada de lobos. 
Rory le echó un vistazo al reloj y contuvo una maldición. Peter le había dicho que su móvil no tendría cobertura hasta dentro de dos horas. Sólo estaría operativo el móvil del tío Jordán. Maldita sea. Las cosas ya se estaban poniendo feas. 
—Vamos a cerrar. 
Se dieron la vuelta y entraron. Cerraron la gasolinera y apagaron las luces exteriores, ignorando el coche que entraba en ese momento pitando imperiosamente antes de detenerse delante de los surtidores.
 —Empieza a llamar a tus amigos. Averigua en qué bar está —le ordenó Rory media hora más tarde mientras se subía al todo-terreno—. Voy a intentar ponerme en contacto con Peter. ¿Qué grado de estupidez puede alcanzar un hombre? 
—Un grado muy alto —afirmó Toby. 
—Era una pregunta retórica —gruñó Rory—. Se suponía que no tenías que contestar. 

Jordan escuchó el frenético mensaje de voz de Rory, arqueó las cejas y miró por la ventana que daba acceso a la sala de reuniones donde los agentes del cuerpo de Operaciones Especiales estaban discutiendo las acciones a seguir. «Avisa a Peter. Rápido. No sé qué le ha hecho a Lali, pero ha decidido que hoy es la noche de las chicas y ha salido dispuesta a comerse el mundo, vestida como la fantasía de cualquier hombre. Ha quedado en el pueblo con Kira Richards y Sienna Grayson. Consígueme algún apoyo antes de que ese bastardo psicótico que está contigo se vuelva loco y decida que es culpa mía. Si vuelve a agarrarme por el cuello otra vez te juro por Dios, Jordan, que se lo cuento todo al abuelo. Y tu nombre también saldrá a la palestra. No querrás que haga eso, ¿verdad?» El mensaje se interrumpió bruscamente.
Jordán presionó el botón para oír el siguiente mensaje. Era igual de frenético y casi sonrió. Rory había perdido la cabeza y Peter sería el siguiente. «.Te lo advierto, si tengo que contárselo al abuelo, todos acabaremos pagándolo. Todos. Díselo a él. Si vuelve a cogerme por el cuello otra vez te juro que el abuelo lo sabrá todo. Díselo.» El mensaje se cortó de golpe. Rory amenazaba con delatarlos ante el abuelo. Demonios, casi se sentía joven de nuevo. Rory siempre le contaba todo al abuelo cuando pensaba que ellos se habían metido en problemas. Lo que Rory jamás supo fue que el abuelo ya lo sabía. Pero ser consciente de que aquel chico lo quería tanto como para confiar en él, siempre había conseguido que el anciano sé sintiera orgulloso. Por desgracia, esa vez, contárselo al abuelo no era una opción. Jordán se reclinó en la silla con los ojos clavados en su sobrino y casi esbozó una sonrisa. Casi. Porque Peter escogió ese momento para devolverle la mirada como si supiera que había pasado algo, y Jordán sabía exactamente qué era ese algo. Maldita sea, quería a ese hombre. Una parte de él había muerto al pensar que su sobrino estaba desaparecido, y había sentido como si le hubieran quitado un gran peso de encima al enterarse de que Thiago seguía vivo. Había estado muy preocupado por él. Más que preocupado, sobre todo cuando Thiago se negó a dejar que llamaran a Lali. Pero las cosas estaban saliendo bien. Se levantó del asiento y entró en la sala de reuniones. La vida de su sobrino estaba empezando a solucionarse. Y cuando lo hiciera... asintió para sus adentros. Bien. Cuando lo hiciera, todas las confabulaciones y manipulaciones a las que había recurrido, habrían valido la pena. Cada una de ellas. Si Peter  no lo mataba antes. 

Más tarde en una reunión 

-Revisa el dossier. Corren rumores por todo el pueblo de que la MBC quiere hacerse con ese taller. Lali siempre ha sido considerada una presa fácil, aunque la milicia nunca ha tenido intención de matarla. Saben que yo jamás habría pasado por alto el asesinato de la mujer de mi sobrino. Sin embargo, después de la pequeña incursión de Lali en la vida nocturna del pueblo, espero alguna reacción. Tenemos que ver quién demuestra interés.
 Peter se quedó paralizado. Clavó la mirada en su tío y la tensa bola de furia que se agitaba en su interior comenzó a liberarse. —Bueno, sigamos con el resto de los sospechosos que participan en esas cacerías. Si pasáis a la página... 
—¿Cómo has dicho? —inquirió Peter con suavidad, consciente del tono crispado de su voz y de la tensión que inundó la estancia cuando Jordán se interrumpió y lo miró sorprendido. 
—He dicho que si pasáis a la página... 
—¿Qué incursión en la vida nocturna del pueblo? —Peter apretó los dientes, sintiendo que algo le estallaba en la cabeza. Jordán arqueó una ceja con calma. 
—¿Importa? Lo único importante aquí es la ubicación del negocio de Lali y el interés que la milicia tiene en él. 
Peter se puso lentamente en pie, apretando la superficie de la mesa con tanta fuerza que los dedos se le pusieron blancos.
 —¿Qué incursión? ¿Qué vida nocturna? 
—Agente Lanzani, ¿no se olvida de algo? Nuestro objetivo es llevar a cabo la misión que nos han encomendado, no un bar donde las chicas solteras se reúnen con sus amigas para tomar unas copas, ¿de acuerdo?
 Algo estallo. Detonó. Peter sintió la explosión en la cabeza. Noche de viernes. En Alpine. En un bar. Noche de chicas, ja. Lali había aprendido la lección seis años antes. Sabía lo que ocurría los fines de semana en esos bares. Sabía que salir sola de juerga un viernes por la noche en Alpine era como arrojar carnaza a los lobos.
 —Y una mierda. —La fuerza de la imprecación atravesó la estancia antes de que Peter se levantara de un salto, estrellara la silla contra la pared y se dirigiera a la salida con paso airado.
Ignoró la orden de Jordán cuando lo llamó. Había aceptado la misión. Había aceptado su muerte y renunciado a su mujer. Eso era lo que se había dicho a sí mismo desde que había vuelto a Alpine. Estaba cumpliendo una misión. Y le estaba enseñando a Lali a vivir de nuevo, pero no a amar de nuevo. Iba a salir de su vida de la misma manera en que había entrado. Sin lágrimas ni angustias. Todo era muy sencillo. Punto. Dios. Amarla lo estaba destrozando. Lo estaba matando. Y pensar, saber, que ella se había tomado al pie de la letra lo de nada de compromisos, hacía que la cabeza le estallara en pedazos mientras bajaba a toda velocidad por las escaleras metálicas que conducían al aparcamiento. Apretó el botón de seguridad que abría el cerrojo de las pesadas puertas, se montó a horcajadas en la Harley y arrancó el motor. Antes de que las puertas terminaran de abrirse, salió a toda velocidad con las luces apagadas y la mirada fija en la oscuridad. Cuando dejó atrás el cañón y el camino de tierra y llegó a la carretera principal, encendió las luces y aceleró. ¿Una incursión en la vida nocturna de A.lpine un viernes por la noche? Ni hablar. Sacó el móvil del bolsillo en cuanto se alejó del bloqueo de señal que rodeaba el bunker. El icono que indicaba que tenía un mensaje de voz parpadeaba. Oprimiendo el botón, se llevó el teléfono a la oreja y escuchó las amenazas de Rory. ¿Así que pensaba contárselo todo al abuelo? Iba a estrangular a aquel pequeño bastardo. ¿En qué diablos estaba pensando al dejar que Lali saliera de marcha? Maldita sea. Todo aquello estaba a punto de estallar y ¿Lali se iba de marcha? ¿Una noche de chicas con Kira Richards y Sienna Grayson? Que Dios les ayudara. O mejor, que Dios le ayudara. Porque sabía lo que pensaba hacer. Lo que iba a hacer. Iba a sacar el trasero de Lali de aquel bar e iba a demostrarle quién mandaba allí, incluso a costa de destruirlos a ambos cuando se viera obligado a marcharse. No podía quedarse. Y si lo intentaba, tarde o temprano se delataría a sí mismo. Sabía que no podría ocultar siempre la verdad. Y una vez que ella lo supiera todo, una vez que ella supiera en qué se había convertido su marido, ¿cómo iba a perdonarle? No lo haría. Había dejado sola a su esposa durante más de cuatro años desde que le habían rescatado. No había permitido que volviera con él, y había dedicado su vida al cuerpo de Operaciones Especiales en vez de a ella. ¿Cómo iba a perdonarle eso? Tenía un contrato que no podía romper, misiones que no podía rechazar y cada vez más posibilidades de no regresar. Lali se había encariñado con Peter. Sin embargo, él no era más que un amante sustituto de su esposo muerto. Ella se habría dado cuenta con el tiempo, se había dicho a sí mismo. Había intentado convencerse de ello. Convencerla a ella. Pero cuando se acercaba al pueblo, el instinto de posesión, el deseo y la furia ardieron con más fuerza que nunca en su mente, y entonces lo supo. No tenía que convencerse de nada, porque sabía la verdad. Lali le poseía fuera quien fuera él. Siempre había sido suyo y siempre lo sería. Y pronto tendría que tomar una decisión. Si se marchaba, tendría que hacerlo para siempre. Y si se quedaba, tendría que decirle la verdad. Porque conocía a su Lali. Y ella acabaría por descubrir quién era. 

Lali
Pasar la noche del viernes en el bar 1M Frontera no era algo que una mujer debiera hacer sin su marido o sin su novio, pensó Lali con diversión mientras se tomaba un sorbo de vino y observaba a los vaqueros que no quitaban ojo a su mesa. Ya habían invitado a bailar a Kira, a Sienna y a ella unas cuantas veces. Sienna estaba bailando. Le gustaba bailar y no le importaba demasiado con quién lo hacía. Ian se había unido a Kira no mucho después de llegar. Se había sentado detrás de su esposa y apoyaba la barbilla en su hombro con una expresión divertida mientras hablaba con ella.
Terminó la canción y bailaron otra, y luego otra más. Lali dejó que su mente regresara al pasado, recordando las noches que Thiago y ella habían pasado bailando cuando salían con otras parejas. Había sido divertido. Era algo que, por una razón u otra, no habían vuelto a hacer desde que se casaron. Al fin, con las piernas débiles y la boca seca, rechazó con la mano el siguiente baile y se dirigió a la mesa. Vio un movimiento por el rabillo del ojo y se giró en aquella dirección. Se había abierto un pasillo hacia la puerta y Peter lo recorría como si fuera un depredador. Llevaba zahones sobre los vaqueros. Botas de motorista y una cazadora de cuero sobre una camiseta negra. Los ojos ardían como llamas del infierno y. Y venía derecho hacia ella. La música se transformó en ese momento en una melodía lenta y sensual que calentó la pista de baile, y Lali sintió que su respiración se volvía más áspera y profunda. Dos días. Llevaba dos días sin él. Y había sido un infierno. ¿Qué iba a hacer cuando se marchara definitivamente? Se acercó a ella con aquel aire peligroso que le secaba la boca y le disparaba el pulso, y, antes de que Lali se diera cuenta de su intención, la rodeó con los brazos y la guió entre la multitud. Era como hacer el amor. Como sexo lento y prolongado. Peter la agarró por las caderas y ella presionó las manos contra el fuerte torso masculino, curvando los dedos sobre la camiseta mientras se movían al compás de la música. 
—¿Te diviertes? —Tenía los ojos llenos de furia y la voz más ronca y oscura de lo habitual. 
—Por supuesto. —Lali deslizó las manos por el pecho de Peter hasta sus hombros, acercándose más y permitiéndose sentirle. Oh Dios, ¿qué iba a hacer sin él otra vez? ¿Cómo se suponía que debía seguir viviendo cuando se marchara? Estaba casada. No era viuda ni estaba divorciada. Estaba casada y todavía amaba a su marido, incluso si su amor por ella hubiera muerto. Dejó caer la cabeza contra el pecho de Peter y cerró los ojos. Viviría con los recuerdos, se dijo a sí misma. Tendría algo a lo que aferrarse cuando él se hubiera ido. Peter la estrechó con fuerza contra sí hasta que ella sintió en sus piernas desnudas los zahones de piel que le recordaban a los asientos de cuero del todoterreno y el olor a sexo que impregnaba ahora el vehículo.
Lali sentía cómo la llama de deseo que ardía en su vientre empezaba a consumirla, cómo se le hinchaban los pechos y el clí-toris. Su piel se volvió dolorosamente sensible, y cuando Peter deslizó las manos bajo el dobladillo de la blusa y le rozó la piel desnuda de la espalda, ella contuvo el aliento.
 —Te he echado de menos —le murmuró él al oído.

8 comentarios:

  1. Cuando siente k la pierde ,y k ella puede llegar a conseguir seguir con su vida ,Peter reacciona.

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  2. ME ENCANTAA! AMO AMO AMO AMO ESTA NOVELA!

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  3. Jajajajajajaja Peter no es celoso, es SUPER SUPER SUPER CELOSO!

    ME ENCANTA!

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  4. MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS

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  6. CONCUERDO CON EL PRIMER COMENTARIO CADA VEZ QUE ELLA EMPIEZA A VIVIR SU VIDA PETER VUELVE..

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  7. Que buen cap, me encantó y Peter super celoso hombres hombres
    @Masi_ruth

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